Libros sobre gente buena

¿Por qué hay pocas novelas buenas con personajes «buenos», en el sentido moral del término? (a la izquierda, la adaptación cinematográfica de una de ellas). Miren lo que dice Cheever en sus Diarios:

Al carecer de un sentido claro del bien y el mal, nos resulta imposible inventar un malvado, y la maldad es esencial para la dinámica de la narración. El libertino ya no es malvado; su destreza se ha convertido en virtud. El banquero usurero despierta admiración; el sodomita pertenece a una minoría que merece nuestra comprensión; el homicida sólo necesita asistencia psiquiátrica. Me da la impresión de que los jóvenes lo asumen con menos egocentrismo que nosotros, y al sentir instintivamente la necesidad de la maldad, llegan a la conclusión de que el mundo adulto es imperfecto. Los procreadores limpios, decentes, vigorosos y lozanos son objeto de su rabia y su desdén, cuando su único defecto es que no recuerdan a los malvados. El cáncer es malo, pero cuando miramos por el microscopio no vemos ningún diablo. Y al final he ponemos cuernos y rabo a ha muerte, que es totalmente inocente como fenómeno.

O relato o novela

Para mi, Cheever es un ejemplo claro de excelente escritor de relatos y mediocre novelista. Esto dice Rodrigo Fresán en una nota en los Diarios del escritor norteamericano:

En 1957 aparece en Estados Unidos Crónica de los Wapshot con elogiosos comentarios de Jean Stafford, Robert Penn Warren y Saul Bellow en su portada. Las críticas fueron buenas, pero más de uno apuntó lo que se convertíría en el estigma de por vida del Cheever novelista: su propensión a escribir novelas atomizadas de estructura no convencional, «compuestas por sketches que no consiguen ni el impacto de un cuento ni poseen el crecimiento interno y el desarrollo de una novela». Otros lo acusan de «sentimental» y de «glorificador del pasado». En cualquier caso la buena reputación de Cheever en su país iba en aumento: Crónica de los Wapshot ascendía, por fin, al rango de novelista; vendió bien; y recibió en 1958 el National Book Award.

Una página de buena prosa (según Cheever)

El 27 de abril de 1982, Cheever recibe la National Medal for Literature (y la cantidad de 15.000 dólares) en el Carnegie Hall de Nueva York. William Styron fue el encargado de presentarlo y, al ver Cheever las páginas que el autor de La decisión de Sofia tenía preparadas, le dijo: «¿Vas a leer todo eso? Ah, Bill, limítate a decir que soy muy bajito.» Sobre el escenario, mientras Cheever, entre avergonzado y conmovido se tapaba los oídos, Styron comparó al escritor con Hawthorne y con Chéjovy con Mozart.

Cuando llegó el turno de Cheever, el público se conmovió ante su aspecto enfermizo. Estaba calvo por el tratamiento contra el cáncer y se apoyaba en un bastón; pero su voz era fuerte y joven:

«Una página de buena prosa es aquella donde uno puede oír la lluvia. Una página de buena prosa es aquella donde escuchamos el rugido de una batalla. Una página de buena prosa tiene el poder de hacernos reír. Una página de buena prosa me parece a mí el diálogo más serio que pueden llegar a tener las personas bien informadas e inteligentes a la hora de mantener ardiendo pacíficamente los fuegos de este planeta.» Y concluyó con la definición de literatura, su favorita, que alguna vez propuso Jean Cocteau: «La literatura es una forma de la memoria que no recordamos».

[tomado de una nota de Rodrigo Fresán en los Diarios de Cheever]