DeLillo

No aprecio especialmente los libros de DeLillo. Puede resultar interesante para algunos (pocos, porque es difícil) pero a mi no me gustan ni sus historias ni el modo de contarlas. Fui a él porque supe que Philip Roth o Auster han dicho que lo leen y mi admirada Carmen Martín Gaite lo adoraba. Le encasillan lo críticos como postmoderno, al lado de Pynchon (que no he leído porque temo que no me va a gustar).

Aquí tienen algunas ideas sobre uno de sus últimos libros, que leí hace un par de años.

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Saber perder

De la primera novela de David Trueba me llamó la atención el estilo ágil y fresco, la rapidez cinematográfica y la imaginación. Me desagradó el humor macabro, las groserías, lo morboso de algunas situaciones, la ridiculización de la religión y el excesivo peso de las cuestiones sexuales.

La segunda la dejé pasar pues leí que estaba centrada en las correrías sexuales de los protagonistas.

La tercera la he leído hasta la mitad. Tres generaciones de una familia:

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Balas de plata

«Ante la muerte de un ser querido un bato le dijo a una morra: ¿qué onda, mija, se hace? Te propongo que nos echemos uno a la monje loco».

Así es toda la novela. Muy difícil para un español. Por si no bastaran los modismos, la puntuación es imposible: preguntas o exclamaciones con/sin signos; respuestas o preguntas mezcladas con descripciones o pensamientos en el mismo párrafo, todo separado sólo por comas. Tampoco se indica siempre con claridad quien es el que habla.

Entre todo eso, se adivinan varios asesinatos, los narcos, la corrupción policial, historias de amor y muerte, y un poli con casta que persigue la verdad cueste lo que cueste.

El tema (novela negra), el sello (Tusquets) y la recomendación (Pérez-Reverte) me han llevado a Elmer Mendoza, y aunque no voy a leerle más, a mi no me ha disgustado el libro a pesar de todo. Hay buenos diálogos (cuando se entienden) y el ritmo está muy conseguido.