Fin del cuarto volumen de McCullough sobre la República romana tardía. No voy a repetir impresiones ya dichas respecto a los tres primeros tomos. Casi todo sigue valiendo pues se trata de un trabajo homogéneo y unitario. Esta vez el personaje ya es César de lleno. Su superioridad en todo es aplastante pero la australiana consigue contar cada suceso sin agotar nuestra capacidad de sorpresa.
A mí me encanta medirme con los Catones y los Bíbulos. Nunca ganarán.
—¿Cómo puedes estar tan seguro?
—Simple —dijo César sorprendido—. Ellos no desean ganar con tanta pasión como lo deseo yo.
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Ya os advertí que él ganaría —dijo Metelo Escipión—. ¿Y sabéis por qué gana siempre? Porque no se detiene a contar el gasto.
Así es César. Todo lo tiene calculado, hasta las pocas cosas que le salen mal.
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