Más sobre el número primo

Me dice un amigo que Los crímenes del número primo no está tan mal. Que exagero. Puede ser. De todos modos, esto decía hace poco Ricardo Senabre en El Cultural (e insisto en que respeto mucho a quien se pone a escribir un libro; ahora, puede que luego alguien lo lea y pase esto):

Cosa muy distinta es el lenguaje con que se quiere revestir literariamente el relato y que lo desvirtúa por su excesivo énfasis. De noche, las dependencias del monasterio «se hallaban bajo el dominio de las tinieblas» y «la negrura subyugaba la construcción con su férrea disciplina» (p. 15). Un policía no puede decir en serio: «Somos pacientes águilas que patrullan el techo del mundo, esperando que los ratones abandonen confiadamente su madriguera y delincan» (p. 195). Ni la juez contestar: «Lo suyo, como lo mío, es contemplar los silencios que el dolor provoca, los estallidos que perforan los tímpanos del alma» (p. 196). Claro que la misma juez se dirige al padre Ignacio en estos términos: «Me alegro que le guste el trato, rector, aunque, de momento, sólo he escuchado el adverso del mismo» (p. 216). Tampoco parece que el conturbado secretario del arzobispo comente que el fallecido «era una buena persona, muy buena, no debió ser acree-dor de ese final» y que «si hubiera seguido los dictámenes de mi instinto, él estaría vivo» (p. 175).

Esta hinchazón enfática, que no hay que confundir con la literatura, choca con la reiteración de errores o impropiedades idiomáticas elementales: el uso de «dintel» por «umbral» (pp. 55, 207, 234), de «infringir» por «infligir» (pp. 52, 155), de «meteorología» por «tiempo atmosférico» (p. 143) o de «geografía» por «territorio, lugar» (p. 290), entre otros casos. Hay afirmaciones enigmáticas: no es posible saber qué es una «impávida luz» (p. 7) o una nariz «de por sí aguileña» (p.12), cómo los capiteles del monasterio «vestían sus paredes» (p. 15) cuando su lugar está en lo alto de las columnas, o cómo «mis ojos deseaban juzgar por sí mismos» (p. 370). Demasiada imprecisión, excesiva impropiedad, demasiado abultamiento expresivo para sostener una historia bien ideada.

Listas inglesas

Lo de siempre con sus listas de libros. Lo recordaba Manuel Rodríguez Rivero hace unos días en Babelia:

Listas tontas. Nada más terminar de ojear Un plan de lectura para toda la vida (Planeta), la obra ya clásica de Clifton Fadiman (ahora secundado por John S. Major) cuya primera edición norteamericana fue publicada en 1960, me enfrento con una nueva muestra de la agobiante obsesión anglosajona por las listas. A diferencia de la razonada y moderadamente ecuánime «guía definitiva de lo que hay que leer» de Fadiman, quien afirmaba ingenuamente en su prólogo original que «es posible que la lectura de los libros aquí reseñados le lleve cincuenta años», la que publicó el domingo pasado The Sunday Telegraph no pasa de ser un nuevo experimento chovinista a mayor beneficio de la cadena de librerías Waterstone’s, con cuya colaboración (o patrocinio) parece haber sido elaborada.De los 110 libros de todos los tiempos «que todos deberían leer» y que forman «la biblioteca perfecta», sólo uno (I insist: uno) está escrito originalmente en español (One hundred years of solitude). Y sólo una veintena en lenguas diferentes a la inglesa. Entre los «clásicos» imprescindibles no se cita el Quijote, por ejemplo. Y todos los libros de «poesía» recomendados, excepto uno (La divina Comedia) fueron escritos en inglés, igual que los llamados «libros infantiles», entre los que Babar, del francés Jean de Brunhoff, es el único no anglosajón seleccionado. Estos ingleses y sus jóvenes primos ultramarinos siguen encantados de haberse conocido.

100

Me acaba de llegar un mail de StatCounter y veo que es la primera semana de vida del blog en la que recibo más de cien visitas cada día (más de cien quiero decir entre 100 y 110). Como habrá gente que sólo lo visite una vez por semana, como hago yo con algunos blogs, puedo pensar que en estos meses ya se ha incorporado a Pasen y lean un buen número de lectores.

Gracias por vuestras visitas y por vuestros comentarios. De verdad.