Cultura popular y alta cultura

Además: ¿qué derecho tiene el mandarín a imponer la «alta» cultura? ¿Qué licencia posee el pedagogo o el así llamado intelectual para introducir por la fuerza sus prioridades esotéricas y sus valores en las gargantas de lo que Shakespeare llamaba«el gran público» (los reacios al caviar)? Sobre todo cuando, en lo más profundo de su atormentado corazón, sabe que los logros artísticos e intelectuales no parecen volver más humanos a los hombres y a la sociedad, más aptos para la justicia y la piedad. Cuando intuye que las humanidades no humanizan, que las ciencias, incluso la filosofia, pueden estar al servicio de la peor de las políticas. (He dedicado gran parte de mi vida yde mi trabajo a esta lóbrega paradoja.) ¿Qué justificación tengo, al margen del gusto o de la vanidad personal, para enfrentarme, como don Quijote y sus molinos de viento, a la cultura popular y a lo que de un modo tan manifiesto mejora vidas de otro modo grises o tullidas? Sobre una base pragmático-democrática, sobre la base de la justicia social, la respuesta es: ninguna.

George Steiner, Errata

No hay derecho, de acuerdo. Pero al menos hay que intentarlo. Cada cosa tiene su momento, pero no es igual ocho que ochenta.

16 consejos de Borges

En literatura es preciso evitar:
1. Las interpretaciones demasiado inconformistas de obras o de personajes famosos. Por ejemplo, describir la misoginia de Don Juan, etc.
2. Las parejas de personajes groseramente disímiles o contradictorios, como por ejemplo Don Quijote y Sancho Panza, Sherlock Holmes y Watson.
3. La costumbre de caracterizar a los personajes por sus manías, como hace, por ejemplo, Dickens.
4. En el desarrollo de la trama, el recurso a juegos extravagantes con el tiempo o con el espacio, como hacen Faulkner, Borges y Bioy Casares.
5. En las poesías, situaciones o personajes con los que pueda identificarse el lector.
6. Los personajes susceptibles de convertirse en mitos.
7. Las frases, las escenas intencionadamente ligadas a determinado lugar o a determinada época; o sea, el ambiente local.
8. La enumeración caótica.
9. Las metáforas en general, y en particular las metáforas visuales. Más concretamente aún, las metáforas agrícolas, navales o bancarias. Ejemplo absolutamente desaconsejable: Proust.
10. El antropomorfismo.
11. La confección de novelas cuya trama argumental recuerde la de otro libro. Por ejemplo, el Ulysses de Joyce y la Odisea de Homero.
12. Escribir libros que parezcan menús, álbumes, itinerarios o conciertos.
13. Todo aquello que pueda ser ilustrado. Todo lo que pueda sugerir la idea de ser convertido en una película.
14. En los ensayos críticos, toda referencia histórica o biográfica. Evitar siempre las alusiones a la personalidad o a la vida privada de los autores estudiados. Sobre todo, evitar el psicoanálisis.
15. Las escenas domésticas en las novelas policíacas; las escenas dramáticas en los diálogos filosóficos. Y, en fin:
16. Evitar la vanidad, la modestia, la pederastia, la ausencia de pederastia, el suicidio.

Adolfo Bioy Casares, en un numero especial de la revista francesa L’Herne, cuenta que, hace treinta años, Borges, él mismo y Silvina Ocampo proyectaron escribir a seis manos un relato ambientando en Francia y cuyo protagonista hubiera sido un joven escritor de provincias. El relato nunca fue escrito, pero de aquel esbozo ha quedado algo que pertenece al propio Borges: una irónica lista de dieciséis consejos acerca de lo que un escritor no debe poner nunca en sus libros.

[Fuente: Ciudad Seva]

Pronombres posesivos

Resultan reprobables construcciones como detrás mío, delante tuyo, encima tuya, enfrente nuestro, etc. , en las que el posesivo acompaña a una preposición para indicar situación respecto a alguna de las personas del discurso. La construcción castellana correcta será detrás de mí, delante de ti, encima de ti, enfrente de nosotros, etc.

[Fuente: Libro de estilo de ABC]