Una reseña de Auster que escribí en 2006.
Nathan Glass tiene sesenta años y busca un fin silencioso para su triste y ridícula vida. Acaba de jubilarse y de salir de un divorcio y pesa sobre él la sentencia de un cáncer. Vuelve al lugar de New York donde nació y la casualidad –el demiurgo austeriano- propicia el reencuentro con su sobrino Tom. El trío de personajes centrales se cierra con Harry, el librero empleador de Tom. En las vidas de los tres hay cosas importantes que han fallado. Ahora, juntos, fantasean sobre el Hotel Existencia, el refugio interior donde acude la gente cuando ya no puede vivir en el mundo real. Hacen sus planes y dan forma a un posible estilo de retiro.
Pero la vida se cruza en sus caminos y quizás queden cosas que aún merezcan la pena, como el amor, la amistad ola compasión. Glass resulta no ser tan cínico como parece y es capaz de implicarse en problemas ajenos, Tom puede que encuentre salida a su callejón existencial e incluso acompañado, Harry lo tendrá más difícil porque su pasado se revuelve amenazador contra él. Brooklyn se convierte para todos ellos en el barrio de las segundas oportunidades.