El escritor irlandés John Banville reincide bajo seudónimo en una novela negra. Igual que en El secreto de Christine (Alfaguara, 2007), el forense Quirke es incapaz de hacer su trabajo y parar. Además de rajar y pesar el cadáver de Laura, él quiere saber qué pasó, pues está claro que ya estaba muerta cuando la arrojaron al agua. Los hechos le conducen a una sórdida y desagradable historia de drogas y pornografía.
Banville, en cuanto a contenidos, ha escogido el camino más fácil para sus novelas de misterio. El mal es representado sin sutilezas ni matices, a través de personajes primarios sin frenos a la hora de satisfacer sus instintos. Todos sus intentos de plantear otras cuestiones al margen del enigma, como hace toda buena novela negra, se ven arrinconados por lo asfixiante y obsceno de la trama principal. Así ocurre cuando se intenta reflexionar sobre la ley y la justicia, sobre las relaciones matrimoniales o paterno-filiales, o sobre el peso del ambiente en la educación.