Esta novela francesa tiene cosas interesantes, como la visión positiva de la vida cuando ya se tienen muchos años y se es menos «util» y el amor a la lectura, pero atrapa poco, es sentimentalona y cuando llevas cien páginas sientes aún poco interés por los personajes. Entonces notas con claridad que esto no está funcionando y te preguntas razonablemente para qué seguir.
Las ideas que quiere transmitir la autora se entremeten de forma postiza en los diálogos de los personajes restándoles naturalidad. La lectura como independencia, como vehículo de libertad, como una segunda vida paralela que de ningún modo se quiere dejar una vez iniciada.
Les digo de qué va por si, a pesar de todo, alguien se anima: Jade (periodista free-lance) se lleva a su abuela a vivir a París para que sus tías no la ingresen en una residencia. Conocerá el pasado de lectora secreta de su abuela, una persona buena que siempre encuentra un motivo para excusar el egoísmo de los demás, y ésta le ayudará en la novela que está escribiendo.