Usando el título de la conocida adaptación al cine de 1964, se reedita la célebre obra de Kazantzakis (1883-1957), publicada originalmente en 1946.
La novela comienza en torno a 1930, cuando el narrador pasa una temporada en Creta en medio de una crisis existencial. Es un intelectual y busca luces en los libros. Pero Dante y Buda ceden pronto paso a la que será para él la figura más inspiradora de su vida, Alexis Zorba, que tiene en ese momento sesenta y cinco años. Zorba es un gigante vital que confunde la libertad con las ganas y llena sus días de comida y bebida, trabajo y mujeres. No ve nada más allá de sí mismo y palabras como ética, patria o religión carecen para él de todo significado. Sí es sensible a la música y a la belleza y a la amistad. El libro cuenta el pasado de Zorba, el tiempo que pasa con el patrón y continúa hasta la muerte del primero, pero cuanto hay que saber de él queda claro desde la primera conversación que tiene con el narrador. Desde ahí hasta la última página cada escena o recuerdo ejemplifica una y otra vez esta concepción vital.
Zorba es un personaje que no deja indiferente, sobre todo combinado con la soberbia interpretación que hiciera de él Anthony Quinn en la película mencionada: nos atraen por igual su capacidad de asombro y de disfrutar del momento y la tierna relación que se establece entre los dos, imagen de la eterna lucha entre el espíritu y la carne. Esto, junto a las bellas descripciones del Egeo y de la isla y al logrado estilo del escritor cretense, explican el poder de seducción que en un primer nivel superficial tiene esta obra. Las inquietudes espirituales del autor le llevaron a Nietzsche y al comunismo. Aunque la figura de Jesús está presente en buena parte de su obra, generalmente lo hace con contenidos contrarios a la fe cristiana. Su personaje más conocido terminará siendo este pobre gigante del hedonismo que vuelve a nuestras librerías.