Con Borges. Recuerdos de Alberto Manguel

Borges sufrió ceguera buena parte de su vida y muchos acudían a su casa a leerle. Manguel fue uno de ellos y en en este breve libro recoge sus recuerdos sobre el maestro argentino, a quien llegó a tratar con cierta intimidad pese a la diferencia de edad. El libro está escrito con admiración y cariño. Se recogen sabrosas anécdotas y se da una visión somera pero global de cómo era Borges y cúal es la importancia (grande) de su legado.

Conocemos su falta de paciencia con la estupidez, su pasión por charlar, que lo último que hacía cada día era recitar en voz alta el Padrenuestro en inglés, o detalles de su relación con Silvina Ocampo y Bioy Casares. Queda patente que vivió en y para la literatura.

Hay escritores que tratan de reflejar el mundo en un libro. Hay otros, más raros, para quienes el mundo es un libro, un libro que ellos intentan descifrar para sí mismos y para los demás. Borges fue uno de estos últimos. Creyó, a pesar de todo, que nuestro deber moral es el de ser felices, y creyó que la felicidad podía hallarse en los libros. «No sé muy bien por qué pienso que un libro nos trae la posibilidad de la dicha —decía—. Pero me siento sinceramente agradecido por ese modesto milagro.» Confiaba en la palabra escrita, en toda su fragilidad, y con su ejemplo nos permitió a nosotros, sus lectores, acceder a esa biblioteca infinita que otros llaman el Universo.

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La lectura como acto creador

La editorial Alba tiene una colección de libritos que llama Guías del escritor. Cuando fui a buscar El octavo día me topé con una de Carme Font titulada Cómo escribir sobre una lectura. En cien páginas explica qué debe contener un informe para una editorial y qué una reseña que oriente a un posible lector. Todo explicado de un modo sencillo y ameno, sin meterse en grandes profundidades.

Mucho más interesantes son los que leí hace años de Manguel (Una historia de la lectura, 1998) y el de Adler (Cómo leer un libro, 1940)

Está bien cuando explica que el lector no es sólo un consumidor. También es creador de significado literario y estético. Leer es un acto creativo de interpretación y reinterpretación del mensaje del autor. Muchas grandes obras tienen variedad de significados según el lector. Cada persona aborda la lectura desde una perspectiva única que compendia sus habilidades, conocimientos, bagaje, cultura, deseos, prejuicios y expectativas.

Un "buen libro"


Alberto Manguel es un cualificado lector argentino. Cuando escribe, lo hace sobre sus lecturas. Leí hace años dos libros suyos. Uno se titulaba “Historia de la lectura”, interesante aunque no imprescindible, y el otro “Diario de lecturas”, donde comenta 12 libros (algunos, bastante marginales) que considera fundamentales para él.

Leo el otro día un artículo suyo en el País sobre su idea de “buen libro”.

Entresaco algúnos párrafos donde aparece su tesis principal, con la que me siento identificado sólo en parte, pues me parece subjetiva, peligrosa y favorecedora de arbitrariedades.

“Buenas son las obras que, secretamente, cada lector elige para sí”,“El libro bueno es el libro bueno para mí”, donde “leemos de pronto en cierto párrafo, en cierta línea, la confesión de nuestros secretos más guardados, de nuestros deseos más ocultos, de nuestras intuiciones más indecibles”. “Un clásico nos abre puertas inesperadas sobre vistas ya conocidas, paisajes de infancia: leemos en él lo que de alguna manera ya estaba en nosotros. El lector habrá quizás sentido eseescalofrío del reconocimiento (como lo llamaba Henry James)”. “A veces, a solas con un libro, descubrimos que ha sido escrito para nosotros”.

Desde luego, coincido en esta cuestión no la decide la lista de “más vendidos” en El Corte Inglés:

El 10 de diciembre último, el presidente de Francia, Nicolas Sarkozy, reunió al sindicato nacional de la edición francesa para proponerles autorizar la publicidad comercial de libros en la televisión, cosa que, por supuesto, sólo las grandes editoriales se podrían costear -y aun ellas sólo para sus best sellers-. Sarkozy resumió así sus argumentos: «Les diré qué cosa es un buen libro: un buen libro es un libro que se vende bien». A lo cual Ralph Waldo Emerson ya había contestado hace casi siglo y medio: «La gente no merece libros buenos, si es que le deleita tanto los malos».

Aquí tienen el artículo completo por si quieren ampliar.