Se cumplen cien años del nacimiento del escritor californiano, un autor con fuerza, duro, crudo a veces, con un estilo sencillo y sobrio, muy al servicio de la historia que cuenta, con un tono frecuente de indignación ética y denuncia social. El balance de su obra es sobresaliente: todo lo que ha escrito es literariamente de calidad media-alta y, y esto no es habitual, de una talla moral que lo hace recomendable, casi sin reservas, para cualquier lector. Es un autor ameno, que aficiona a la lectura y que ha firmado dos o tres novelas difícilmente olvidables.
El pasado 27 de febrero un grupo de escolares cantó el happy birthday en el National Steinbeck Center de Salinas (California). Este centro fue inaugurado en 1998 y recibe unos 100.000 visitantes al año. Se celebraba el cien aniversario del nacimiento de un escritor consagrado de las letras norteamericanas pero esos estudiantes eran nietos de algunos de los que quemaban sus libros hace años.
Los primeros años
John Steinbeck provenía de una familia californiana bien situada económica y socialmente. Sus tres primeras obras componen una etapa de búsqueda, de titubeos y aprendizaje: dos novelas y un libro de relatos. En La taza de oro (1929) se interesa por un tipo de héroe poco frecuente en su literatura, el pirata Morgan, que representa el poder y el desengaño de la soledad. En A un Dios desconocido (1933) comienza a tratar uno de los temas clave de su producción: la relación del hombre con la tierra. Las Praderas del cielo (1932) son un conjunto de relatos sobre la vida de los granjeros en California.
Tortilla Flat (1935), su primera novela de éxito, que cierra esta primera etapa, narra la vida de una especie de “club de vagabundos” formado por parásitos sociales y borrachos, de distintas razas, que deambulan por pueblos de California, “buenos salvajes” al estilo Rousseau. Pintoresca y costumbrista, lo que cuenta contrasta con el espíritu emprendedor, ordenado, laborioso y materialista de sociedad norteamericana. Con humorismo y entrañable compasión resalta como unos maleantes resultan muchas veces mas nobles y dignos que personas acomodadas.
Años 30: del New Deal hasta Pearl Harbour
1932. El demócrata Roosvelet accede a la presidencia de los EEUU tras tres periodos republicanos, los felices años 20, dramáticamente clausurados por la Gran Depresión que comienza en 1929. Steinbeck tiene entonces 30 años, ya ha dado por cerrada su incompleta experiencia universitaria y desempeña en esos tiempos varios empleos. Ante sus ojos la inseguridad ciudadana, la delincuencia juvenil, el éxodo rural masivo, la pobreza, el desempleo de muchos y el enriquecimiento de unos pocos. El capitalismo feroz va a necesitar una cura de socialización y redistribución de la riqueza que durará una decena de años, hasta el 8.XII.41, cuando EEUU entra en la segunda guerra mundial.
Steinbeck toma partido desde sus inicios literarios por los explotados y en esa década publica la mayor parte de sus grandes novelas, las de mayor ambición ética. Siguiendo la tradición de escritor norteamericano viajero e inquieto, trabó contacto con un amplio abanico de desfavorecidos y de su situación dará testimonio en sus obras.
En esos tiempos la literatura norteamericana ve nacer tres fenómenos: el nacimiento y maduración de la novela negra, el auge de la comedia musical y el florecimiento de la literatura comprometida (teatro de agitación y propaganda y novela social): inmersión en lo sórdido, evasión fantasiosa y pasajera y reflexión llena de coraje sobre lo que se está viviendo. Dentro de este tercer fenómeno se sitúa la producción de nuestro escritor, que pasamos a repasar brevemente.
El conjunto de relatos El valle largo (1938) representa escenas de la vida en California. Amor a la naturaleza, interés por lo psicológico, violencia y a la vez optimismo para sobrevivir a la tragedia. En lucha incierta (1936) es su primera novela de marcada reivindicación social. Tras la crisis del 29, unos agitadores comunistas impulsan una huelga en los campos frutales de California que desemboca en una guerra sin cuartel entre terratenientes y trabajadores. En De ratones y hombres (1937), dos marginados buscan trabajar en un rancho. De una gran fuerza dramática, se trata de una de sus obras más significativas. Uno de sus protagonistas es un disminuído psíquico que distingue con dificultad el mal del bien: se ha querido ver en este relato una defensa del irracionalismo instintual.
Toynbee, en su Estudio de la historia, habla de tres métodos para contemplar y presentar los objetos dentro de nuestro pensamiento (y, entre ellos, los fenómenos de la vida humana): indagación y registro de hechos, elucidación y comparación, ficción o recreación artística. Historia, ciencia y ficción: sin separación radical. Esto se da a la perfección en Las uvas de la ira (1939), para muchos su obra maestra
Una familia de emigrados viaja al Este para mejorar sus condiciones de vida en un éxodo hacia la felicidad. Quizás lo más característico de esta obra es su aliento utópico: un viaje desde lo que no puede ser (es antológico el capítulo sobre la tormenta de tierra) hacia lo que debería ser.
Sin happy end, se trata de un canto a la perseverancia, a la determinación, a la unión de la familia (gracias, en gran medida, al papel de la madre). Hay en los personajes un brillo de confianza y de sentimientos religiosos que les indican donde están el bien y el mal.
Decía Hemingway que el principal objetivo del arte es “deshacer mentiras”: Steinbeck consigue una perfecta simbiosis de realidad (con capítulos breves intercalados referidos a sucesos reales) y ficción, de verdad histórica y verdad poética. Con lo histórico fustiga las conciencias en ese momento a la vez que trasciende lo accidental por lo convincente de la verdad poética.
Técnicamente es además una obra bien elaborada. Se dan tres niveles de lenguaje: los capítulos intercalados se redactan en una prosa elaborada y lírica, la narración propiamente dicha aparece en un estilo neutro, seco y directo y, en tercer lugar, los diálogos, prodigio de coloquialismo, llenos de deformaciones morfológicas, sintácticas y fonéticas ricas en matices expresivos adecuados para traducir estados de ánimo de los protagonistas. No hay que decir que este tercer nivel es casi inapreciable en una traducción, por buena que sea.
Con Las uvas de la ira Steinbeck rompió el código de silencio que se vivía en torno a un capítulo de la historia trabajadora de los Estados Unidos poco conocido y vergonzante. Los poderosos le reprocharon haber traicionado a su clase.
Tras la segunda guerra mundial
Tras unos años como corresponsal de guerra en Londres y en el mediterráneo sobreviene una nueva etapa en la que decrece en intensidad su actitud beligerante, no así la calidad de su producción: tres pequeñas obras maestras de la novela breve y seis novelas largas, entre ellas su otra gran novela, Al este del Edén.
Dos de esas novelas breves inauguran en Steinbeck una línea de ternura y lirismo hasta entonces inédita. Parece que las vidas de los protagonistas van a dar un giro con la consecución de un sueño: un caballo el caso de niño protagonista del Poney rojo (1937), novela donde se muestra como gran recreador de ambientes, y una perla, en el caso del humilde matrimonio campesino de La perla (1948), una de sus obras más célebres y traducidas.
En La luna se ha puesto (1942), la tercera novela breve, un ejercito alemán invade una pequeña ciudad durante la Segunda Guerra Mundial. En pocos meses los primeros van perdiendo arrogancia y los segundos se organizan en una resistencia clandestina. Describe los horrores de la guerra a la vez que exalta el patriotismo, la fidelidad a las propias convicciones y la valentía ante la muerte.
En El ómnibus perdido (1947) vuelve a retomar la metáfora del viaje como huída del pasado. Un grupo de personajes dispares emprenden un viaje en autobús que una avería y un temporal de lluvia prolongan. La incidencias y conocimientos mutuos confirman o modifican planes. Un hombre bien intencionado descubre en una prostituta su buen corazón e intenta redimirla, es el argumento de Dulce jueves (1954), continuación de Los arrabales de Cannery (1945), novela ágil y de buen ritmo que se lee con interés y facilidad. Quizás una de las que mejor permite apreciar la moral natural y filantrópica que subyace en buena parte de la obra de Steinbeck.
En El invierno de nuestro descontento (1961) se narra el esfuerzo por elevarse en sus niveles económico y material de una familia burguesa en un pequeño pueblo de nueva creación. Todo un símbolo de una nación desorientada en su afán materialista. El tono de denuncia se vuelve más radical en Viajando con mi perro (1962), un libro de viajes, de gran fuerza expresiva, donde cuenta su periplo por más de cuarenta estados.
República busca Rey (1957) es una destacada sátira política, donde Steinbeck sale de su temática habitual. A mitad del S.XX cae la República en Francia y se nombra rey a un tipo que permanece en sus viñedos y es aficionado a la astronomía. Aún una novela más que dejó incompleta, que se publicó después de su muerte y, como República busca Rey, desmarcada de sus temas acostumbrados: Los Hechos del Rey Arturo y sus nobles caballeros (1976), una relectura de Malory vertida al lenguaje actual
Al Este del Edén (1952)
Caín mató a su hermano Abel. En el capitulo IV del Génesis se recoge c6mo Yavhé pregunta a Caín por qué está irritado. Dios dice «si obraras bien ¿no serías aceptado? Y si obraras mal, ¿estará el pecado a la puerta? Y él siente apego por ti y TU PODRÁS DOMINARLO». Esa última palabra, en hebreo Timshel, no puede ser traducida por «tú le dominarás», que supone una promesa, una predestinaci6n;. ni por «gobiérnale a él», una orden. El hombre es libre, puede escoger su camino, luchar para seguirlo y vencer. El «tú podrás» hace del hombre algo importante y único en el universo.
Arón Trask es un hombre bueno. Pero no está preparado para vivir. Su padre, Adam, un ser esencialmente honrado, tardó en estarlo, pero lo consigu6. Cal, hermano de Ar6n, es la encarnaci6n del «tú podrás»: capaz de lo bueno y lo peor, alberga en sí la envidia, el cálculo y la ambici6n, a la vez que la ternura, el arrepentimiento y la sinceridad. Termina conquistando la admiraci6n de Lee, el criado-filósofo chino, el amor de Abra y la bendici6n de su padre.
Es una historia dura. Son pocos los escritores que consiguen atraer la atenci6n durante casi ochocientas páginas. Aparece todo un desfile de caracteres: los Hamilton son poetas y soñadores, prácticos hombres de negocios, personas de un solo amor y hondo sentido de la familia; en los Trask hay ambici6n y falta de arraigo. Son personajes redondos y acabados; las mujeres, de una pieza: admirable en su fortaleza y con una frialdad que no la hace distante es Liza, mujer de Sam Hamilton; monstruosa hasta lo imposible Cathy, de la Adam Trask; Abra es la novia que todos quisieran. Y por encima de todos, aunque junto a todos, la figura gigante de Lee.
Se alternan descripciones de California, reflexiones sobre el hombre y alusiones marginales a la Primera Guerra Mundial. Condimentos que no distraen de la historia y mensaje principal. Aparecen situaciones duras, descritas con descarnado realismo y cierta crudeza, aunque se nos ahorran por lo general detalles molestos.
Producción no narrativa
Por el mar de Cortés (1951) relata una expedición científica por el golfo de California en 1940 para recolectar especímenes de fauna marina. En Un americano en Nueva York y en París recoge una serie de artículos periodísticos donde se contienen Observaciones agudas y de gran interés contadas con extraordinaria agilidad, gracia, amenidad y picardía y con un estilo sencillo y penetrante. También publicó los conjuntos de artículos Hubo una vez una guerra (1958) y Norteamérica y los norteamericanos (1966).
Steinbeck falleció cuatro años después de la concesión del Nóbel.
La “Generación perdida”
Tom Wolfe acaba de publicar en Estados Unidos un conjunto de ensayos, “Hooking Up” (Acoplando), donde denuncia que los grandes escritores de su país dan la espalda al rico material que ofrece la propia realidad en la que viven. No hay obsolescencia, dice, sino anorexia en la novela norteamericana, “hacen falta novelistas sedientos de América” .
La literatura norteamericana, junto a la alabada capacidad para reelaborar la lengua hablada y a su original fuerza visual, ha sido acusada a veces de abstinencia política o moral en comparación con las literaturas de América Latina o Europa. Y esto a pesar de ser la única nación que inscribe el derecho a la felicidad en su constitución.
No puede decirse esto de los escritores que comparten generación con Steinbeck. Dos Passos (seis años mayor que él), Faulkner (cinco), Fitzgerald (cuatro), Hemingway (tres), y Wolfe (dos) se vieron fuertemente influidos por la realidad que les tocó vivir, ya sea la derrota del sur, la depresión económica o el racismo. Con tres Premios Nóbel entre los 6, sufrieron en su juventud la experiencia de la Primera Guerra Mundial y fueron cronistas de un tiempo en que el mundo sufrió grandes cambios.
En Europa Steinbeck es un escritor consagrado, protegido por el favor de los lectores. En nuestro país, en concreto, lo avalanan las múltiples ediciones de sus obras, entre ellas, la de Caralt en 1970 t 1971 de sus obras completas. Por eso sorprende conocer las críticas que ha recibido en un tiempo en su nación de origen, donde ha sido a veces minimizado por sus supuestos defectos: sentimentalismo, demagogia, populismo, izquierdismo, efectismo, lirismo, etc. La crítica en su país fue dura y le colocó por detrás de los miembros de su generación. Bloom dice de él actualmente: “no puedes leer tres párrafos de Steinbeck sin pensar en un Hemingway más empobrecido”. Su país mantiene con él una relación ambivalente: se siguen comprando millares de ejemplares de sus obras cada año, y a la vez algunas de ellas están prohibidas en numerosas escuelas (por la supuesta vulgaridad de su lenguaje) y bibliotecas.
Faulkner, es cierto, se desmarca de su generación con un prestigio mítico, más –también hay que decirlo- entre escritores y críticos que entre lectores, que se deriva de su originalidad e innovación técnica (multiperspectivismo, monólogo interior, unión de pasado y presente, etc). Por lo demás, Steinbeck comparte con Dos Passos, el realismo objetivo, y la desmitificación del sueño americano y con Hemingway el estilo sencillo y directo (y le supera, como a Scott Fitzgerald, en el tratamiento psicológico de los personajes). Y está por encima de todos en talante ético, al que no pueden hacer sombra el indiferentismo moral de Hemingway y a la frivolidad de Fitzgerald.
Ciertamente no se trata de un genio ni ha aportado innovaciones técnicas revolucionarias. Sí es un gran narrador y un buen comunicador. Combina magistralmente el realismo y la alegoría y logra trascender, a base de simbolismo, lo que han visto algunos en su obra de propagandístico o moralizante.
Uno de los grandes
Sus temas son la tierra y el hombre. De sus personajes, auténticos, y verosímiles, le interesa sobre todo su evolución psicológica. De su estilo cabe destacar dos aspectos, su sencillez y su gran fuerza expresiva. Una prosa firme y sobria, rápida y escueta y un léxico sin adornos hacen que su prosa sea sobre todo medio de comunicación, con poca elaboración estética. Su fabuloso oído para el lenguaje coloquial (a veces procaz cuando lo exige la dureza de lo que cuenta) dota de gran vigor a sus palabras. Su mirada y tono es realista y dramático. Se sirve de su agudo sentido de la observación para describir situaciones muchas veces crudas, aunque con mesura. Aunque tradicionalmente religioso, tiende a cierta ética relativista. Siempre Interesado en la trascendencia del hombre, aunque con cierto pesimismo, es sin duda un escritor con valores como, entre otros, el amor por la naturaleza, y la denuncia del materialismo. Deja paso en muchas de sus obras a la ternura y al sentimentalismo poético. El idealismo izquierdista de su juventud marcó para siempre en él la explícita intencionalidad social de toda su producción. Siempre se desenvuelve entre dos polos (la preocupación moral y relación del hombre y la tierra) y dos ejes: la sociología (lo rural, lo laboral: los dos parámetros que normalmente encuadran a sus personajes) y la psicología (la libertad, duda y agonía, campo de batalla interior del bien y el mal).
Capacidad lírica, amor al hombre, pintura de ambientes, sobriedad y perfección narrativas, son en resumen los rasgos de este buen escritor.
Una posible guía de lecturas, acumulativa y por ese orden
1) Si sólo va a dársele una oportunidad: Al Este del Edén
2) Si se quiere terminar de conocer lo mínimo imprescindible: De ratones y hombres, Las uvas de la ira y La perla.
3) Para dar un paso más: Tortilla Flat y El ómnibus perdido.
4) Menos importantes y en otra línea, pero que no defraudarán: la Taza de oro y Los Hechos del Rey Arturo y sus nobles caballeros.
5) Para especialistas: el resto.
marzo de 2002
Un comentario en “Steinbeck, de lo mejor de la “generación perdida””