Una madre soltera con un hijo de 10 años despierto y sensible asiste a un anciano solitario y enfermo con la memoria debilitada. Una historia con todas las papeletas para convertirse en sensiblera y pringosa que, sin embargo, es convertida sabiamente por la escritora en un homenaje convincente a la amistad, la generosidad y la preocupación por los demás.
Lo que realmente nos hace felices está al alcance de la mano, parece decirnos, y no tiene nada que ver con las posesiones sino con descubrir al otro y darnos. Y esto se cuenta de una manera amable, sencilla y positiva.
Pasan pocas cosas pero no aburre en ningún momento. Hay detalles de matemáticas, pero bien traídos y sin ofuscar al no especialista. El anciano tiene una autonomía de memoria de 80 minutos y se pega papeles en la chaqueta (si han visto Memento, de Christopher Nolan, pues eso), pero el amor puede traspasar hasta esa limitación, el amor de su juventud o el afecto por un niño.
Un libro que recomiendo sin ninguna reserva.
Aquí lo que se escribió en Aceprensa hace unos meses.
Como matemático, he disfrutado con este libro. Las novelas que suelen hablar de números son banales, pero aquí hay personajes con auténtico amor a las ciencias. Animo con tu blog, es estupendo.