Me preguntan por esta escritora, que se hizo famosa con su primera novela. Tardé tanto en ponerme a leerla que terminé no haciéndolo pues sacó la segunda, que tampoco leí y la tercera, que me gustó sólo regular.
Zadie Smith (Londres, 1975) es un buen ejemplo, quizás a pesar de ella, de divismo literario. Con Dientes blancos protagonizó en el año 2000 uno de los debuts literarios más sonados de los últimos años. Una intensa novela calificada como madura, arrolladora, llena de vida y de voces originales. Tres años más tarde decepcionó con El cazador de autógrafos, tópica en los temas y endeble narrativamente. Con 31 años y 3 novelas, su curriculum literario (premios, distinciones, etc) llena de sobra la solapilla de cualquiera de sus libros.
Sobre la belleza, habla de una familia culta en un campus universitario americano. Llevan treinta años casados, él es blanco y especialista en Rembrandt, ella negra y activista afromericana. Al hijo mayor, enamoradizo y serio, que se convierte al cristianismo, le siguen Zora, la hija algo alocada de 19 años, y el quinceañero Levi, abanderado de la negritud. Por el contenido y el ritmo, la novela sería el equivalente literario a una sitcom televisiva, una comedia de situaciones, donde se analizan, en este caso, las convenciones sociales, de clase y raciales, y las miserias de la vida universitaria, materia clásica de la novela de campus. Los desencuentros generacionales, la fidelidad (el marido la engaña y ella lo sabe) y los conflictos ideológicos, son algunas de las cuestiones tratadas.
Repite tres ingredientes clave de Dientes blancos, la mezcolanza de razas, culturas y religiones, la centralidad de la familia en la vida del individuo y el sentido del humor. Es interesante como muestra lo primero, no aporta grandes cosas en lo segundo y el efecto de su humor (mezcla de británico y coloquial-juvenil) dependerá de cada lector.
Zadie Smith escribe con gran soltura y demuestra talento para los diálogos. El estilo es prolijo y hace avanzar lentamente la acción. Se detiene minuciosamente en describir cada mínimo detalle, como una cámara que fuera filmando en tiempo real. No se profundiza realmente en nada y es imprescindible cobrar simpatía por los personajes (y aquí, los masculinos al menos, son poco agradables) para seguir con interés la avalancha de palabras que emplea Smith para expresarse
La novela en conjunto tiene poco interés, o al menos no justifica la atención (en premios y crítica) que despierta la autora.
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