Janne Teller (Dinamarca, 1963) quiso escribir una novela para adolescentes y se metió en la cabeza de Pierre Anthon, un joven de catorce años que cree que nada tiene sentido. Si después no hay nada, concluye, todo es fingimiento, apariencias y convenciones, ¿para qué preocuparse u ocuparse de cualquier cosa entonces? Sus desmoralizados compañeros de curso deciden demostrarle que se equivoca y durante meses reúnen lo que denominan «un montón de significado»: cada uno pide a otro que entregue lo que considera que le importa más, en una escalada de apuestas cada vez más altas. Como en El señor de las moscas, la cosa termina en tragedia.
Agnes narra todo sucedido ocho años después y recuerda cómo estuvieron dispuestos a poner precio a cosas que representaban valores esenciales como la propia dignidad, la patria, la inocencia o la fe. Cada joven se ve enfrentado a valorar sus intereses (el apego a la propiedad, el respeto a la muerte, la virginidad o el precio de una vida) en un drama moral con terribles consecuencias. Una imagen sagrada, de un modo aparentemente casual, es tratada de una forma particularmente irreverente.
La parábola tiene ideas aprovechables como el descubrimiento de algunos personajes de que lo que de verdad nos importa no tiene precio, no lo cambiaríamos por nada, pero la conclusión trágica puede resultar desanimante. De ahí la polémica que ha rodeado al libro desde el año 2007 (tardó siete años en ser publicado), quizás exagerando su importancia real.
Ha sido censurado, prohibido y detestado, y también recomendado, premiado y obligado a leerse. La escritora ha añadido una nota final para suavizar las ediciones en otros idiomas, donde recuerda que la juventud es el momento de las grandes preguntas, pero sigue abundando en su precario existencialismo de base con una propuesta del hoy y ahora que excluya observar la vida en el largo plazo (lo que nos llevaría, según ella, a «reprimirnos con artificiales y auto impuestas reclusiones»).
Una historia transgresora, violenta, impertinente y provocadora, que dejará desorientados a muchos lectores adultos. De hecho, no se ha publicado en España en una colección para jóvenes. El libro pone de manifiesto que interesan las historias breves, contadas de modo sencillo, que planteen cuestiones de interés. Tan exagerado es calificarlo de clásico como de escandaloso. Y en cambio puede iniciar un interesante debate educativo y filosófico, al que aportarán poco las conclusiones de Teller.