Dos hermanos y sus mujeres se citan a cenar en un restaurante de lujo de Amsterdam. Paul, el narrador, fue profesor de historia en un colegio. Serge aspira al cargo de primer ministro en Holanda.
Primera impresión: una novela de humor.
Y de las buenas. Paul es un tipo suficiente, irónico y ácido, pero es inteligente, descarado y dice verdades como puños. Arrasa con todo: las chorradas del restaurante (el meñique del maître, los precios, los tamaños de los platos,…), las opiniones de su hermano, su propia familia, el esnobismo, las opiniones de moda, el racismo, los homosexuales, la violencia, aparentar, criticar, la adopción, la pena de muerte. Especialmente conseguidos los finales de los capítulos, llenos de divertidos contrastes. Paul deja volar su imaginación con bastante gracia una y otra vez. Exageraciones y una brutal sinceridad.
Segunda constatación: el drama se avecina.
Antes de la mitad la cosa se va poniendo seria. Ya se sabe que los hijos de Paul y Serge se han visto implicados en un caso serio de violencia. Y ahora conocemos el pasado de Paul, que no voy a desvelar. Se acabaron las bromitas.
La bomba final.
La cena es uno de los libros más terribles que he leído en el último año. Es ácida, provocadora y lo que ocurre socava los principios elementales de la convivencia. Lo que ocurre no se puede justificar por la enfermedad (Paul) ni por la fuerza de la sangre (Claire, su mujer).
Están advertidos.
Es muy bueno, tiene varios giros de guión que nunca te esperas y además me parece que hace una crítica mordaz a determinados planteamientos modernos que es muy interesante.
Me gustó tanto que me leí el segundo (casa de verano con piscina) que desaconsejo totalmente, es mucho más flojo y bastante más desagradable de leer tanto por la temática (pedofilia/violación) como por el vocabulario, prácticamente lo terminé en diagonal buscando la bomba final (como en La cena) que no acaba de llegar.
Bueno saberlo, me lo ahorro.