La octogenaria escritora norteamericana (Sacramento, 1934) es conocida por sus novelas y guiones de cine pero, sobre todo, por sus brillantes y personalísimas aportaciones al periodismo narrativo en la línea de Wolfe, Mailer o Talese. Pero Noches azules no es nada de eso sino un breve ensayo autobiográfico que publicó en 2011, cuando se sintió con fuerzas para hablar sobre la muerte de su hija Quintana, ocurrida en 2005. Ya había reflexionado antes sobre la de su marido en un libro muy premiado y difundido (El año del pensamiento mágico, 2006), lo primero de ella que se publicó en España.
Noches azules no tiene orden ni estructura algunos. Didion se siente enferma y al final de la vida, echa mucho de menos a su hija y piensa sobre ambas cosas. Un recuerdo de su hija le sugiere una idea, ésta le lleva a lo que le ocurrió a una amiga, y lo cuenta, y remata el capítulo con lo que le pasó antes de ayer en la consulta del médico. Pasado y presente, experiencias personales y de otros, hechos y pensamientos, todo se va trenzando con una mano experta para el reportaje y hábil para emocionar. Es el canto fúnebre de una madre-escritora que se despide del mejor modo que sabe hacerlo.
Las ideas sobre la adopción (Quintana lo era), la paternidad (“No conozco a muchas personas que crean haber sido buenos padres”), la muerte y el paso del tiempo (las noches azules se refieren a crepúsculos que terminan en la oscuridad), no son especialmente originales, pero resulta conmovedora la sincera e intensa expresión de las dudas, los miedos (“En cuanto nació ella ya nunca dejé de tener miedo”) e incertidumbres que forman también parte de la vida, más cuando es tan larga como la de la autora. “La realidad es que no me he adaptado de ninguna manera a la vejez. La realidad es que he vivido toda mi vida sin creerme en serio que yo fuera a envejecer”. Una poesía, una foto o un diente de leche le llevan a descubrir ahora cosas desconocidas de la relación con esa hija sensible, precoz y depresiva que nunca debió desaparecer (en su opinión) antes que ella.
El interés de leer a Didion, en este libro, viene más por cómo dice las cosas que por lo que dice. Su estilo es directo, enfático, intenso, lleno de preguntas retóricas, de frases cortas separadas por puntos y aparte con el ritmo de un poema. Resulta muy expresiva de lo que puede conseguirse con el lenguaje.
Al mismo tiempo, Mondadori ha publicado Los que sueñan el sueño dorado, algunos ensayos periodísticos de la autora sobre cuestiones culturales y políticas norteamericanas.
Demasiado duro, sinceramente. Ahora estamos con lecturas más «ligeras».
Genial blog. Me gusto mucho!