Simone Weil fue una filósofa judía francesa que murió en 1943 con 34 años. Pinitos izquerdistas (movimiento obrero), guerra civil española, colaboración con la resistencia francesa en la ocupación alemana, experiencias místicas, Londres y muerte por tuberculosis. Fue profesora universitaria en París y dejó mucho escrito. Gustave Thibon recibió los cuadernos de ideas y reflexiones y publicó una selección de ellos en 1948 titulada La gravedad y la gracia, publicada en España por Trotta, con una larga introducción de Carlos Ortega. Lo acabo de leer.
Volveré sobre este libro porque me ha interesado bastante, aunque no igual en todas sus partes. Su sistema de pensamiento se asienta en la creencia de que la realidad del hombre está regida por dos imperios: la gravedad (la fuerza, la bajeza, la desgracia, la necesidad, la impotencia) y la gracia (luz, amor, perfección, Dios). A partir de aquí desarrolla propuestas sobre la actitud ante los demás, ante el dolor, ante las propias limitaciones, ante las metas que cabe proponernos.
Hay muchas cosas útiles para un cristiano que sorprende leerlas en una persona que no llegó a ser bautizada. Moeller (el de Literatura del S. XX y cristianismo) puso de manifiesto influencias heterodoxas presentes en la obra de Weil (gnosticismo, maniqueísmo, estoicismo, misticismo extremo, y otras) y otros autores concluyen que su vida es más importante que su obra. No tengo una opinión al respecto, pero merece la pena leer este libro porque contiene cosas valiosas. Recuerden, por ejemplo, la cita que ya les dejé hace tiempo.
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