Hay novelas que valoro literariamente pero que contienen ideas que no comparto. Me pasa con frecuencia. Esta vez ha sido lo contrario, buenos mimbres pero un resultado poco interesante.
S. Irineo de Artois (en lugar y tiempo desconocidos) es una pequeña colonia utópica donde se educa a los niños en familia, entendiendo por educación conocer las lenguas clásicas, viajes a los principales museos de Europa para aprender arte, filosofía, ciencias y teología, etc. Un grupo de exiliados del mundo moderno que busca una vida sencilla. Todos son de inteligencia elevada y están acostumbrados a decir lo que piensan.
Ahí llega Prudencia Prim a trabajar de bibliotecaria para un señor que tiene a su cargo varios sobrinos. La señorita Prim está obsesionada con la delicadeza y sufre la continua y fría franqueza de su empleador. Su otro problema es que no entiende que haya personas que tienen fe religiosa.
Estas son las coordenadas. El resto es una historia de amor, conversaciones sobre el matrimonio, la religión, el feminismo o los libros. Bien escrito.
A mi se me ha hecho algo pesado, quizás porque no me ha caído muy bien en ningún momento la señorita Prim, su exagerada fijación con la cortesía, su susceptibilidad, su tono ligeramente pedantillo.
La idea de la utopía distributista y la propuesta educativa de trivium y quadrivium de S. Irineo de Artois me han parecido geniales. Muchas verdades sobre el matrimonio, la visión trascendente de la vida o el sentimentalismo están bien traídas y bien explicadas. Pero la novela (la trama, los diálogos, el personaje) de qué ocurre allí con Prim me ha parecido poco atractiva.