La historia de varias personas que viven en Pepys Road, una calle londinense prestigiosa, sirve a Lanchester para ofrecer una ambiciosa omnivisión del moderno primer mundo. La capital británica personifica una sociedad materializada, hiperactiva y muy preocupada por el dinero. Pero en ese clima los hombres siguen teniendo que relacionarse entre ellos, y también están la enfermedad y la muerte, los sentimientos y los sueños y está el mestizaje de culturas con todos los problemas que conlleva (“en el fondo, aunque no se manifieste, a nadie le gustan los que no son como ellos”).
Roger es un financiero exitoso de la City de altísimo nivel de vida casado con un mujer frívola e insustancial; Petunia una anciana a la que detectan un tumor cerebral y de la que debe hacerse cargo su hija; Smitty, nieto de Petunia, es un artista provocador del que nadie conoce su verdadera identidad. Y los que vienen de fuera: la familia Kamal, unos pakistaníes que regentan una tienda; Zbigniew, un obrero polaco que sueña con volver –rico- a su país; Freddy Kamo, futbolista senegalés que es fichado por el Arsenal; y Quentine Mkfesi, una apátrida expulsada de Zimbabue que se dedica a poner multas de aparcamiento. Y son sólo las principales subtramas. El microcosmos de Pepys Road se ve convulsionado por el hostigamiento de un desconocido que envía a todos ellos postales con curiosos mensajes, y que obliga a intervenir a la policía.
La novela cubre un año, 2008, y los breves y ágiles capítulos va saltando de unos personajes a otros, siguiendo sus peripecias personales y eventuales cruces. Cada una de las historias podría haber sostenido de por si una novela y el bloque resulta sumamente entretenido y agradable de leer. En este caso el viaje es lo importante, no el destino, pues lo de menos es saber en qué acaba lo de las postales. Lo más interesante es el estudio social que lleva a cabo Lanchester, su aguda y perspicaz inteligencia, la comicidad de muchas situaciones, la facilidad con que lleva al lector a sacar conclusiones. Todo el mundo parece estar ocupado todo el tiempo pero no está nada claro que consigan ser felices: el ocio, la vulgaridad, el dinero, el interés enfermizo por la fama, el abuso del alcohol y el egoísmo marcan las vidas de muchos aunque algunos se dan cuenta y quieren cambiar. En este fresco monumental hay pinceladas de todos los colores: la crisis económica, la inmigración, el terrorismo yihadista, el clima hipercompetitivo de la City (“trabajar de firme, ir a por todas y no hacer prisioneros”), el arte moderno, las diferencias sociales, el sentido de la maternidad, el valor del trabajo bien hecho o la capacidad ilimitada del mundo rico para inventar necesidades.
Capital resulta una novela muy entretenida y que hace cuestionarnos la patología social que supone el ansia desmedida de tener. Confirma la calidad de este escritor hamburgués (1962), residente en Londres, que se hiciera famoso hace unos años con su libro En deuda con el placer.