Segundo capítulo de la recuperación de la figura de emperador bético, iniciada con Los asesinos del emperador. Se vuelve a repetir la fórmula de novela coral, esta vez en torno a tres ejes principales: las guerras dacias (principios del siglo II, punto de máxima extensión imperial hacia Oriente), el juicio del auriga y la vestal que mantienen relaciones inapropiadas y las carreras de cuadrigas. Lo primero sirve para mostrar al Trajano gran gobernante, lo segundo para zambullir al lector en la compleja red social del imperio, donde la religión tenía un papel muy diferente al que entendemos ahora, y lo tercero para dar el toque de emoción y espectacularidad que atrae lectores.
El autor vuelve a mostrarse buen conocedor de la época y efizaz narrador. Destaca su sentido de ritmo y visión para las dinámicas escenas de acción (batallas plásticas y llenas de detalles, carreras trepidantes en el circo), algo deudoras del cine. Mejora un poco la debilidad emocional del primer libro pero vuelve a incurrir en su principal defecto, la prolijidad. Es de agradecer la cuidada edición de mapas y anexos.
Como en la primera parte de la trilogía, Posteguillo mezcla múltiples ingredientes y personajes reales con ficticios. Trajano no alcanza a ser el tipo de epicentro que resultó el binomio Escipión-Aníbal en su primera y más meritoria trilogía, superior en hondura y calidad. El ambiente sigue siendo la antigüedad romana, republicana o imperial, pero el enfoque ha pasado de novela de personaje a novela aluvión, en detrimento del análisis psicológico de calado y con el riesgo de la dispersión episódica. Se insiste en la integridad y valores del emperador (el único no cristiano que Dante salva del infierno), y menos en sus debilidades e indecisiones. Luchó contra la corrupción, amplió las fronteras, gestionó bien la crisis económica, fue tolerante y austero. Y también populista, bebedor y homosexual. La subhistoria cristiana de muerte de discípulos y difusión del mensaje cristiano está correctamente tratada, sin entrar en profundidades.
Con todo, el valenciano consigue de nuevo ser entretenido sin renunciar a una novela histórica de calidad. Vuelve a demostrar que funciona la fórmula de sólida documentación (es decir, cuidada ambientación) más intriga, dando por supuesto que el tema sea interesante. El problema es que las tres primeras eran notable alto y éstas segundas se quedan en algo más que suficientes.
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