Marzal define a Benítez Reyes, en la introducción, como «un polígamo de la escritura». Los monógamos se dedican a un género y sólo a uno. Los bígamos cultivan un género por encima de los restantes y hacen algunas incursiones en los demás. Los polígamos tienen la aspiración de no limitarse a ningún género. “Reyes es el escritor más largo, mejor dotado y con más talento, de su generación. Un organismo literario en estado puro”.
Este libro selecciona algunas entradas de su blog. Es entretenido, variado y está bien escrito.
Me gustan sus estampas cotidianas, descritas con acertadas imágenes (“el repartidor de butano, Sísifo de las bombonas, halterofílico a jornada completa”; “Ya sueñan los costaleros con su epopeya hercúlea, al ritmo de trombosis de los trombones y al son de claridad de los clarinetes”; “El pescado fresco de los mercados, con su aspecto de cadáveres de plata, como tesoros robados al mar”); las descripciones de ciudades que le gustan (“Las ciudades que merecen la pena nos vuelven fantasiosos, porque no acaban en sí mismas: las pensamos”; “Sanlúcar de Barrameda, una ciudad cadenciosa. La gente que con reposo resuelve sus faenas y que con serenidad administra su ocio”). El pan, las castañas, el Belén o la relación de los tipos de almohadas con los tipos de sueños.
Y expresa bien experiencias en las que nos reconocemos todos:
La música tiene una capacidad prodigiosa de rememoración: oyes por azar las notas iniciales de una canción olvidada desde hace décadas y, de repente, el pasado se reconstruye: revives con precisión un estado emocional, un estado de conciencia, unos olores, unas sensaciones específicas, unas asociaciones sentimentales que ya no tienen nada que ver con el que ahora eres.
Por lo demás habla poco de libros y más de la cuenta (para mi) de poemas. Sólo me he anotado dos títulos: Collin de Plancy, Diccionario infernal, 1826 y Walter Fuld, Diccionario de últimas palabras (Seix Barral).