Rivarol, inteligente conocedor del alma, otro francés aristócrata de salón que levanta acta sobre la conducta humana. Ironía, profundidad y estilo limpísimo (“Es bueno no vestir demasiado el pensamiento”). Sus aforismos, que toman el relevo a Voltaire en agudeza y humor, hablan de la razón, la filosofía, Dios, las pasiones; las limitaciones del hombre (especialmente las que nos impone nuestro orgullo); la riqueza material, el tiempo, la muerte; la política; el talento, la mediocridad y el estilo.
Se lo compara con Lichtenberg, aunque en mi opinión el francés es superior. Yo lo veo más bien a la altura de Chamfort de quien, por cierto, era oponente político y sin embargo amigo.
Algunos ejemplos:
Hay que matar el orgullo sin herirlo, pues si lo herimos no muere.
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No mientas nunca a alguien en quien deseas tener confianza. Desde que le digas la primera mentira, te costará mucho creerle.
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Si me pusiera una máscara diaria, quien hubiese dibujado cada una de ellas aún no habría concluido mi retrato.
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Hay sólo una moral, como hay sólo una geometría: ambos términos no tienen plural.
La segunda parte recoge algunas de sus ocurrencias de salón, réplicas y bromas donde se le ve divertido pero también impaciente y altanero:
Cuando apareció el libro de Madame Stäel sobre las pasiones, ésta le preguntó:
– ¿Qué piensa de mi libro?
– Lo mismo que usted, señora, no pienso.
Yo me pregunto, ¿por qué una edición española tan enclenque? Apenas doscientos pensamientos. ¿Lo demás es peor? No creo. Esta literatura interesa a pocos, pero a esos pocos les interesa toda, reservándose cada uno el derecho al descarte.