Me encanta toparme con libros buenos de los que no tenía ni idea. Este cuenta una carrera ciclista de aficionados de un día (el Tour del monte Aigoual) y supuso el debut literario de Krabbé al que siguieron varias novelas. ¿Novela de autoficción? Yo diría más bien crónica larga. Tres planos se van desarrollando paralelamente: la carrera, recuerdos de otras pruebas en las que participó Krabbé y anécdotas de carreras profesionales (Tour y clásicas).
Para un aficionado a la bici (en otro caso, tiene poco sentido) es una lectura imprescindible, que podemos sumar a las que ya les recomendé en su momento y al de Buzzati.
Todo el que ha practicado bici de carretera, aún sin competir, se reconocerá en muchos pasajes, contados con precisión y buen estilo por el holandés. La competitividad (“Nada suena mejor que el pinchazo de un rival”, “A todos los buenos perdedores se les debería prohibir participar en cualquier deporte”), el dolor, los límites, la estrategia, los objetivos. El ciclismo es una escuela de la vida (“Así que la ascensión casi ha terminado; a veces uno alcanza el final de algo sólo porque se ha olvidado por un instante de que no se ha acabado todavía“).
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