En junio de 2004, centenario del archifamoso «paseo» de Leopold Bloom, me lancé a una aventura mil veces postergada: la lectura del Ulysses de Joyce.
Encontré más interesante la experiencia de leerlo e intentar desentrañarlo un poco que el propio libro. Esto me enfadó, porque es lo que pretendía el propio Joyce.
En conjunto me lo pasé bien y sé que algunos entenderán por qué. Eso sí, no volvería a leerlo. Me entretuve en escribir una especie de diario de lectura.
Si alguien se atreve, que busque la edición de Cátedra de la que hablo.