Un "buen libro"


Alberto Manguel es un cualificado lector argentino. Cuando escribe, lo hace sobre sus lecturas. Leí hace años dos libros suyos. Uno se titulaba “Historia de la lectura”, interesante aunque no imprescindible, y el otro “Diario de lecturas”, donde comenta 12 libros (algunos, bastante marginales) que considera fundamentales para él.

Leo el otro día un artículo suyo en el País sobre su idea de “buen libro”.

Entresaco algúnos párrafos donde aparece su tesis principal, con la que me siento identificado sólo en parte, pues me parece subjetiva, peligrosa y favorecedora de arbitrariedades.

“Buenas son las obras que, secretamente, cada lector elige para sí”,“El libro bueno es el libro bueno para mí”, donde “leemos de pronto en cierto párrafo, en cierta línea, la confesión de nuestros secretos más guardados, de nuestros deseos más ocultos, de nuestras intuiciones más indecibles”. “Un clásico nos abre puertas inesperadas sobre vistas ya conocidas, paisajes de infancia: leemos en él lo que de alguna manera ya estaba en nosotros. El lector habrá quizás sentido eseescalofrío del reconocimiento (como lo llamaba Henry James)”. “A veces, a solas con un libro, descubrimos que ha sido escrito para nosotros”.

Desde luego, coincido en esta cuestión no la decide la lista de “más vendidos” en El Corte Inglés:

El 10 de diciembre último, el presidente de Francia, Nicolas Sarkozy, reunió al sindicato nacional de la edición francesa para proponerles autorizar la publicidad comercial de libros en la televisión, cosa que, por supuesto, sólo las grandes editoriales se podrían costear -y aun ellas sólo para sus best sellers-. Sarkozy resumió así sus argumentos: «Les diré qué cosa es un buen libro: un buen libro es un libro que se vende bien». A lo cual Ralph Waldo Emerson ya había contestado hace casi siglo y medio: «La gente no merece libros buenos, si es que le deleita tanto los malos».

Aquí tienen el artículo completo por si quieren ampliar.

Reliquias de la muerte

Bastante bien el último de HP. Me ha parecido el más denso y complejo de argumento. Rowling tiene que rematar, los personajes han madurado y crecido, y ya no hay tiempo para bromitas, golosinas multisabores ni partidos de quidditch. No se repite el esquema de los anteriores: despedida de sus tíos, año en Hogwarts y escaramuza final con Voldemort. Ahora es la batalla final, sin cuartel y desde el principio. Voldemort y los suyos aparecen desde el principio, salen a la luz y toman todo, Harry se convierte en un proscrito. Hay como una recapitulación de los seis episodios anteriores en cuanto a temas y personajes.

Harry y sus amigos son ya adultos. Experimentan las cosas buenas de los mayores (el amor) y las malas (el sarcasmo). Son honrados y están llenos de virtudes (valientes, gran sentido de la amistad, sacrificados). Son humanos, tienen dudas y se enfadan, pero rectifican y saben pedir perdón.

Cada vez cuesta más pensar que ésta sea una historia encasillable en Literatura Infantil y Juvenil.

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16 consejos de Borges

En literatura es preciso evitar:
1. Las interpretaciones demasiado inconformistas de obras o de personajes famosos. Por ejemplo, describir la misoginia de Don Juan, etc.
2. Las parejas de personajes groseramente disímiles o contradictorios, como por ejemplo Don Quijote y Sancho Panza, Sherlock Holmes y Watson.
3. La costumbre de caracterizar a los personajes por sus manías, como hace, por ejemplo, Dickens.
4. En el desarrollo de la trama, el recurso a juegos extravagantes con el tiempo o con el espacio, como hacen Faulkner, Borges y Bioy Casares.
5. En las poesías, situaciones o personajes con los que pueda identificarse el lector.
6. Los personajes susceptibles de convertirse en mitos.
7. Las frases, las escenas intencionadamente ligadas a determinado lugar o a determinada época; o sea, el ambiente local.
8. La enumeración caótica.
9. Las metáforas en general, y en particular las metáforas visuales. Más concretamente aún, las metáforas agrícolas, navales o bancarias. Ejemplo absolutamente desaconsejable: Proust.
10. El antropomorfismo.
11. La confección de novelas cuya trama argumental recuerde la de otro libro. Por ejemplo, el Ulysses de Joyce y la Odisea de Homero.
12. Escribir libros que parezcan menús, álbumes, itinerarios o conciertos.
13. Todo aquello que pueda ser ilustrado. Todo lo que pueda sugerir la idea de ser convertido en una película.
14. En los ensayos críticos, toda referencia histórica o biográfica. Evitar siempre las alusiones a la personalidad o a la vida privada de los autores estudiados. Sobre todo, evitar el psicoanálisis.
15. Las escenas domésticas en las novelas policíacas; las escenas dramáticas en los diálogos filosóficos. Y, en fin:
16. Evitar la vanidad, la modestia, la pederastia, la ausencia de pederastia, el suicidio.

Adolfo Bioy Casares, en un numero especial de la revista francesa L’Herne, cuenta que, hace treinta años, Borges, él mismo y Silvina Ocampo proyectaron escribir a seis manos un relato ambientando en Francia y cuyo protagonista hubiera sido un joven escritor de provincias. El relato nunca fue escrito, pero de aquel esbozo ha quedado algo que pertenece al propio Borges: una irónica lista de dieciséis consejos acerca de lo que un escritor no debe poner nunca en sus libros.

[Fuente: Ciudad Seva]