Amsterdam de McEwan

Una muerta, un marido, tres antiguos amantes, unas fotos comprometedoras. Un escándalo, dos suicidios. McEwan descansa de su nivel de autoexigencia y compone una historieta mediocre e insulsa. La visión de la vida de cada personaje es pobre y sin salida: alta competencia profesional (dinero, prestigio), caprichosos sentimientos (venganzas, engaños), mudables compromisos. Una novela sobre el egoísmo.

¡Y se llevo con esto el Booker!

Ultimo Auster

La última novela de Auster es un artefacto paranoico y disparatado. Una de las cosas que siempre me han gustado de él es –hasta ahora- lo bien que se le entiende. Esta vez ha jugado a la pirueta metanarrativa y a la mezcla de planos, no ha confiado en la potencia de su imaginación y en la riqueza de sus historias. Lo consideraremos un paréntesis, un mal momento.

Microcuento

Le fui a quitar el hilo rojo que tenía sobre el hombro, como una culebrita. Sonrió y puso la mano para recogerlo de la mía. Muchas gracias, me dijo, muy amable, de dónde es usted. Y comenzamos una conversación entretenida, llena de vericuetos y anécdotas exóticas, porque los dos habíamos viajado y sufrido mucho. Me despedí al rato, prometiendo saludarle la próxima vez que le viera, y si se terciaba tomamos un café mientras continuábamos charlando. No sé qué me movió a volver la cabeza, tan sólo unos pasos más allá. Se estaba colocando de nuevo, cuidadosamente, el hilo rojo sobre el hombro, sin duda para intentar capturar otra víctima que llenara durante unos minutos el amplio pozo de su soledad.

«Soledad», de Pedro de Miguel

in memoriam