Connelly

La última novela de Connelly me ha parecido más flojita de lo habitual en él. Se trata básicamente de un juicio, Mickey Haller de nuevo. Bosh aparece también pero en una proporción 20/80 a favor de Haller.

Los libros de juicios son todos un poco iguales. Connelly lo hace bien, como siempre, todo muy creible y con las necesarias sorpresas, giros y contragiros, incluso mete un clímax culebrístico final (de «culebrón»). De fondo, la misma idea de la anterior y primera y mucho mejor novela con Haller: el cinismo de la profesión de abogado, el escaso papel que juega la verdad en el proceso judicial. Todos mienten.

El veredicto será una estación de paso obligada entre los seguidores de Connelly, pero no de las más recordadas.

El cebo

Es estupendo leer una buena trama con cosas que no has leído nunca, originales. Esto ocurre en El cebo.

El cubano Somoza (1959) ha publicado once novelas, con esta, desde 1996 y ha tocado todos los palos: erotismo, historia, policiaca, ciencia-ficción, fantasía, horror, y se ha labrado un lugar entre los escritores innovadores de suspense y misterio de cierta calidad e inteligencia.

El cebo es un thriller de persecución clásico donde la estrella es el perseguidor, para el que Somoza elabora una original e interesante teoría psicológica. El “psinoma” es el código matemático de nuestro deseo. Hay cincuenta tipos fundamentales o “filias” y cada persona tiene una. Un “cebo” teatraliza una determinada “máscara” (conjunto de gestos y palabras) ante la que un sujeto no puede dejar de reaccionar, lo “engancha” y lo somete a su voluntad. Esto se descubrió hace siglos, Shakespeare en concreto describe todas las tipologías fílicas en sus obras, y en la actualidad es una ciencia psicológica ultrasecreta en manos de la policía que entrena a cebos expertos en conducta para capturar a criminales. A primera vista puede pensarse en un intento reduccionista de coronar al placer como motor único del obrar, pero la idea es más compleja y tiene cierta consistencia, y, en todo caso, consistencia narrativa. Es el fin de las armas, los detectives y los forenses, y la hora de los “perfiladores” y de las máscaras manipuladoras de deseos.

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Inicios de Adamsberg

Me quedaba esta pendiente (además de la última, que no he leído), y es creo el primer caso de Adamsberg, recién llegado a su unidad. El comisario rompió el molde. Danglard nos informa de que el día en que Dios le creó había pasado una mala noche y estaba escaso de material, pidió algunos bártulos a diablo y ambos compusieron una mezcla de intuición, indiferencia, belleza, suavidad y flexibilidad, no se sabe en que proporciones.

Adamsberg es la ensoñación, la falta de método, los paseos, la lentitud y la calma, el genio. El éxito. En este caso se enfrenta a una trama espectacular que involucra una nueva plaga de peste en París, el diario de Pepys, un resucitador del trabajo de pregonero, el cuarteto inefable de los Vandoosler, Lucien y Mathias y, por supuesto, a Danglard (la reflexión, el papel, la tenacidad) y a Camille. Ya he comentado suficientemente las novelas de Vargas, y ésta es de las mejores. No digo más.