Tóibín. Brooklyn

Primera cosa que leo de Colm Tóibín, y me ha gustado.

Eilis Lacey tiene por delante una vida provinciana con pocas perspectivas. Vive con su madre y su hermana mayor, su padre falleció y sus hermanos emigraron a la ciudad para trabajar. Surge la posibilidad de ir a América. Allí encontrará en esos años cincuenta oportunidades, el primer amor y buenas perspectivas, pero todo eso tiene un precio, lo que se deja atrás. Un acontecimiento imprevisto en su Irlanda natal la pondrá en el disparadero de tomar nuevas decisiones clave en su vida.

Brooklyn es una reflexión sobre la identidad, el exilio (físico y emocional) y el poder de la familia en el desarrollo personal. Eilis va madurando a lo largo de la historia, descubriendo un mundo de contrastes (por ejemplo, el fuerte clasismo y racismo existente en el país de la libertad) y aceptando todos los lados que coexisten en las personas. Tóibín tiene gran habilidad y elegancia para narrar escenas vívidas y muy físicas -como las consecuencias del viaje en barco a América o dos breves pasajes sensuales- aunque sin que lleguen a resultar molestas.

Una historia sencilla pero que capta por entero gracias a dos aciertos: un personaje sólido (cercano, bien delineado-contado, real y palpitante) y un estilo clásico y lineal (transparente, por completo volcado en la historia, sin una sola nota falsa, alejado de toda experimentación). El nervio del relato es el complejo mundo de la libertad. Tomar elecciones es siempre dejar otras cosas, el peso de los compromisos, los cantos de sirena que pueden apartarnos del camino emprendido, el peso de los sentimientos, la tentación de dejarse llevar. Es imposible no sentirse implicado e interesado en el mundo interior de Eilis. Una narración falla estrepitosamente en el momento en que el lector deja de querer saber. Tóibín (1955, Irlanda) salva este escollo sirviéndose sólo de un sencillo realismo, trasladando sin aburrir nunca el mundo interior de una joven.

Verdon

Historia de psicópata inteligente vengándose de la humanidad. Oponente: un poli retirado con tomate familiar.

No está mal, pero en ningún momento me ha impresionado, ni asustado, ni absorbido, ni nada especial. De hecho, he tenido que intercalar algún otro y me ha dado lo mismo posponer el conocimiento del truco de los números, el detalle más original.

Una novelilla aceptable, ni destacable ni mala. De las que hay que escribir algo en las dos horas posteriores a haberla leído, o ya no te acordarás de nada.

Los Inklings

Interesante la lectura de Los Inklings. Me ha servido para conocer más la figura de C.S. Lewis, pieza central del grupo, para saber algo de Charles Williams (aunque sin interés por leerlo), y para admirar una vez más esos estupendos conciliábulos masculinos de que son capaces los ingleses (amistad, intereses intelectuales).

Carpenter recrea esas célebres reuniones nocturnas de los jueves en el Magdalen de Oxford: te y cerveza, chimenea, lectura de textos propios, charlas sobre coinherencia, teología romántica, sagas nórdicas, planes de estudio de lengua inglesa, etc.

Tolkien es un gigante, Lewis un escritor importante y todos los demás del grupo están muy por debajo. Esta lectura es un buen complemento a los libros de ambos, así como a la biografía de Tolkien del mismo Carpenter, y al estupendo Escritores conversos del S.XX de Pearce.