Didierlaurent. El lector del tren de las 6.27

DIDIERLAURENT_TrenUna novelita francesa que podría haberme ahorrado. Pero la hojeé en una librería y al día siguiente la encontré casualmente disponible electrónicamente.

Guibrando Viñol es un ser insignificante de nombre ridículo (sobre todo en francés), sensible, con amor a los libros, que despierta compasión, con amigos tan marginales como él mismo, acostumbrado a ser tratado con burla, desdén o condescendencia (en el mejor de los casos). Trabaja en una planta de reciclaje como operador jefe de “La Cosa” (la máquina trituradora). Lee cada mañana en voz alta restos de libros (tiras de papel) en el tren de cercanías, y eso se convierte en un acto de fraternidad, solidaridad  y calor que algunos le agradecen en ese vagón frío y anónimo. Encuentra un pen memory con un texto escrito por una limpiadora de baños e intenta encontrarla.

Como tantas veces en literatura, el conjunto no es la suma de las partes: algún personaje conseguido, alguna situación emocionante, una llamada a la respuesta emocional, alguna sorpresilla…todo ello está bien, pero junto no da una novela.

Breviario de los políticos. Mazarino

Cob Prefacio a GoetheUna lectura básicamente desagradable. Es una enciclopedia de cinismo, una apología del cálculo y una fiesta del egoísmo sin escrúpulos. Justamente lo que necesitan los políticos.

Este Breviarium Politicorum secundum rubricas mazarinicas deja en pañales al Príncipe de Maquiavelo y podría ser un buen precedente del brillante pero igualmente corrosivo Diccionario del diablo de Bierce.

Astucia para conseguir los objetivos personales. Todo vale sin ninguna consideración moral que nos detenga. Disimular, conocer a los demás (que siempre son «el enemigo»), no confiar en nadie.

El libro, de 1684, se anuncia “inspirado en”, “atribuido a”. No sé exactamente cual es la responsabilidad en este texto del famoso hombre de estado francés.

Cómo aprendí a leer. Desarthe

DESARTHE_Aprendi a leerBreve y jugoso libro de memorias sobre la delicia del aprendizaje, la narración de cómo la autora consiguió encajar dos piezas de imposible incompatibilidad: su rebelde rechazo a la lectura y su clara vocación por las letras, como creadora y como traductora.

Es curioso que hable de librofobia alguien que había leído a los quince años a Duras, Camus y Faulkner, por ejemplo. Luego vino la epifanía flaubertiana en la Escuela Normal Superior (aunque no explica bien en qué consistió, es algo relacionado con aprender teoría literaria). Superó afortunadamente las diferencias que veía en si misma (mujer, hija de emigrantes judíos, no sentirse suficientemente francesa, etc). Balzac por fin, Ozick, Bashevis Singer. Finalmente, la tarea de traducir.

Me he apuntado lo que explica de los cuatro sentidos de la palabra:

P’shat: el evidente, el significado más inmediato;
Remez: el alusivo, lo sobrentendido, lo que se deduce;
Drosh: el inducido, interpretado, investigado;
Sod: el secreto.