Acosada (Freeman)


He leído estos días la tercera novela de Freeman en la edición del Círculo. Los protagonistas siguen siendo el teniente de detectives Jonathan Stride, Maggie (policía que trabaja con él) y Serena (novia de Stride e investigadora privada). Como si no bastara con el psicópata de turno, se enfrentan con dos, un convicto fugado que ya conoce tristemente Serena desde su infancia, y un violador con una cara externa de lo menos sospechosa. La trama está muy bien hecha, con giros, tirabuzones y triples saltos. En vez de en Nueva York, Los Angeles o Chicago, las novelas de Freeman ocurren en Duluth (Minnesota).

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El beso de la sirena (Camilleri)

Un libro bastante raro y algo confuso. Pueden prescindir de él con toda paz.

Camilleri (Sicilia, 1925) deja por un momento la novela de intriga para contar una fábula extraña y algo desconcertante. La historia sigue cánones realistas en su comienzo -un campesino vuelve a Sicilia tras años en Estados Unidos, se asienta y busca esposa- para pasar a terrenos mágicos cuando resulta que la bellísima Maruzza, la elegida, es una sirena. Entre la fantasía y el realismo mágico, se van sucediendo hechos incomprensibles que son aceptados por Gnazio por amor, y que condicionan una vida familiar intensa y de lo más original.

Camilleri combina varios ingredientes sin que quede muy claro dónde quiere ir a parar. Hay un insistente tono telúrico de amor a la tierra que, en el caso de Gnazio, se combina con una fuerte aprensión al mar, justo lo contrario de lo que ocurre a Maruzza. Ella, a su vez, combina necesidades que no son de este mundo con otras instintivas y primarias. El libro resulta así una celebración rendida y crudamente carnal de la belleza femenina. Homero (Ulises) y Christian Andersen (La sirenita) están muy presentes en el relato, dotándolo de un aire mítico que lo hace más llevadero. Los diálogos son breves y esenciales, llenos de sabiduría ancestral, refranes, frases hechas y conocimientos rurales del pueblo llano.

Como sugiere Camilleri en la nota final, a veces hay que «cerrar los ojos para ver las cosas encantadas, aquellas que normalmente, con los ojos abiertos, no se pueden ver». Este es el pacto que debe aceptar el lector de El beso de la sirena, para descubrir que lo imposible se hace realidad por el amor.

Oates incansable

He reseñado La hija el sepulturero, de Joyce Carol Oates. Esto es parte de que he escrito, el texto completo lo tienen en Aceprensa.

Rebecca es hija de unos judíos alemanes que huyen a Nueva York en 1936. El padre es un perturbado violento y bebedor lleno de odio a causa de su situación, de lo que deja atrás y de los prejuicios con que se encuentra en su nueva tierra. Su mujer e hijos viven aterrorizados por sus estallidos descontrolados. La segunda etapa de Rebecca es un matrimonio infeliz y la tercera su vida junto a un hombre al que quiere, pero con el que no se casa. La carrera exitosa de su hijo pianista y el reencuentro al final de su vida con una prima que vivió en sus carnes el horror nazi serán las escasas alegrías de toda una vida. Por medio hay otra historia de un asesino múltiple y de una joven a la que Rebecca roba su nombre en un confuso juego de identidades, en un intento obsesivo y alucinatorio de romper con el pasado.

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