El leopardo. Jo Nesbo

Ya sabemos lo que vamos a encontrar. Historias largas, bien estructuradas, con clímax (varios) bien repartidos y un montón de pistas falsas antes de llegar al final del recorrido. Las novelas de Nesbo son intensas, con violencia dosificada pero fuerte y con personajes bastante extremos, empezando por el mismo Harry. Sigue gustándome más Petirrojo, la primera que leí (tercera de la serie pero la primera que salió en España). Todas son buenas, incluida esta octava. Si no se han leído las anteriores hay cosas que se pierden. Aún pendientes Fantasma (9), Policía (10) y La sed (11), que acaba de salir.

El problema de estos libros, partes de una larga serie, es que es inevitable caer en repeticiones, incluso para una mente tan fértil como la del noruego, siempre capaz de sacar de la chistera psicópatas cada vez más torturados (y torturadores). En algún momento me he perdido un poco con la trama y la parte media se me ha hecho larguilla.

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Todos los Tintos de verano. Lindo

Sacan en un volumen los tres Tinto de verano, artículos de Elvira Lindo en los veranos de 2011 a 2013. Un matrimonio de escritores pasan los meses de agosto en el pueblo. Ya les hablé del primero y del segundo, y del tercero no dije nada por no repetirme. Oralidad, humor (a veces chabacano y disparatado, siempre agudo e irreverente), ciertas vulgaridades y mucha gracia. Los andaluces conectaremos bastante con su guasa. Una comedia costumbrista basada en la propia vida de la autora que se ríe de las vanidades más comunes.

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Notas dispersas. Josep Pla

Estos dos tomos gordos de Espasa contienen la traducción al castellano de cuatro de los Diarios publicados de Pla: tres largos (El cuaderno gris, Notas dispersas y Notas del crepúsculo) y uno ligero (Notas para Silvia). El primero y más famoso se publicó en catalán en 1966, tras una revisión completa de esas notas de 1918 y 1919. Me gustó mucho en su día. Las Notas dispersas, que leo ahora, terminan hacia 1960 y, como en El cuaderno gris, incluyen opiniones sobre todo tipo de cuestiones.

Son notas surgidas al azar, a veces sobre la marcha, otras veces con largos años de distancia: notas de recuerdos, de reminiscencias, de lecturas, de cosas vistas, de escenas que me han venido a la memoria, de obsesiones guardadas en ella largo tiempo, de impresiones inmediatas y casi diría fulgurantes. Estas notas están impresas en este libro sin ningún orden visible, tal como surgieron al paso de los días y los años.

Encontramos párrafos de extensión variable sobre la inflación en Alemania, la tramontana en el Ampurdán Pequeño, los milagros, montar en bicicleta, los seudónimos empleados por Stendhal, el alioli, el individualismo o la marcha de los fascistas sobre Roma. Todo salpicado de un moralismo socarrón muy inspirado en sus bien conocidos escritores franceses del XVIII.

Aquí he encontrado la recomendación exacta que había citado otras veces al voleo:  «Pasados los treinta y cinco años, leer novelas es un síntoma de primariedad muy acusado». Es más estricto al respecto que su admirado Léautaud, que nos deja leerlas hasta los 50.

Donde más brilla, en mi opinión, es en los comentarios literarios y en los retratos.  Lee (y cita) en italiano, inglés y, sobre todo, en francés. También conoce a fondo la literatura en catalán. Pla es muchas cosas: epicúreo, sentencioso, muy crítico con la religión, inteligente, con sentido común, solitario. Un conservador agnóstico y materialista. Sobre todo, un gran escritor aferrado a lo concreto y ajeno a toda afectación. Su humor, agudeza y estilo limpio procuran gran placer al leerle, aún sin convenir en todas sus opiniones.

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