Egan. El tiempo es un canalla

Bennie, Scotty, Jocelyn, Alice y Rhea componen una banda de punk rock a finales de los 70, en San Francisco. Son jóvenes con una vida despreocupada y llenos de sueños. Se vinculan sentimentalmente entre ellos o con otras personas y años más tarde sus caminos se separan, hasta llegar a la actualidad, cuando Bennie se ha convertido en un hombre importante de la industria musical y tiene una secretaria cleptómana llamada Sasha.

Egan ha compuesto una futurista novela polifónica con todos esos personajes. Lo más original es la multiplicidad de voces y el hecho de que casi todos los capítulos, que en realidad podrían leerse como relatos aislados, funcionen. Cada narrador es diferente y puede estar o no implicado en la historia, contar en tercera persona, hacer un monólogo, o dirigirse a otro personaje como si le contara el episodio a él; o puede escribir un artículo o hacer unos esquemas visuales a base de círculos y flechas (como en una presentación de Power Point). Si uno se olvida un poco de la historia de conjunto, una visión pesimista más de dónde quedan los sueños de la juventud tras tocar fondo en la vida, puede llegar a disfrutar de los golpes de humor de algunos episodios, verdaderamente conseguidos, como el de la gira suicida que un cantante acabado propone a Bennie, o el de la campaña de imagen para lavar la cara de un genocida africano.

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