Un buen libro que, sin embargo, me ha gustado sólo regular.
La tesis de la novela es que al final de la vida sólo quedan algunos momentos decisivos. La vejez hace cambiar los juicios y la escala de valores y nos arrastra a una síntesis esencial donde sólo importan algún escenario y alguna persona. La calle Katalin será la Arcadia de las hermanas Irén (la perfecta) y Blanka (la atolondrada) y de Henriett (judía), el momento de la infancia húngara en el que las tres, a su modo, amaron a Bálint. La deportación de los padres de Henriett, la muerte de ésta, el papel de Blanka, la prisión de Bálint, componen los hitos de la madeja de recuerdos de Irén, que intenta explicárselo todo y vuelve siempre a los mismos escenarios. Una historia de complicadas relaciones, donde los lazos de la sangre, de la amistad y del amor son puestos a prueba y no siempre resisten.
Esa calle de Budapest es el hilo conductor de recuerdos del pasado que se funden con personajes del presente, en una breve pero intensa narración donde se alternan la voz en primera persona de Irén, un narrador externo a los hechos y las voces y recuerdos de algunos otros personajes. La historia va fluyendo de un modo no siempre fácil de seguir, pero eficaz si no flaquea la atención del lector. El comienzo es particularmente difícil, por las elipsis temporales y la ausencia de referencias que nos sitúen hechos y personajes.