Calle Katalin

Un buen libro que, sin embargo, me ha gustado sólo regular.

La tesis de la novela es que al final de la vida sólo quedan algunos momentos decisivos. La vejez hace cambiar los juicios y la escala de valores y nos arrastra a una síntesis esencial donde sólo importan algún escenario y alguna persona. La calle Katalin será la Arcadia de las hermanas Irén (la perfecta) y Blanka (la atolondrada) y de Henriett (judía), el momento de la infancia húngara en el que las tres, a su modo, amaron a Bálint. La deportación de los padres de Henriett, la muerte de ésta, el papel de Blanka, la prisión de Bálint, componen los hitos de la madeja de recuerdos de Irén, que intenta explicárselo todo y vuelve siempre a los mismos escenarios. Una historia de complicadas relaciones, donde los lazos de la sangre, de la amistad y del amor son puestos a prueba y no siempre resisten.

Esa calle de Budapest es el hilo conductor de recuerdos del pasado que se funden con personajes del presente, en una breve pero intensa narración donde se alternan la voz en primera persona de Irén, un narrador externo a los hechos y las voces y recuerdos de algunos otros personajes. La historia va fluyendo de un modo no siempre fácil de seguir, pero eficaz si no flaquea la atención del lector. El comienzo es particularmente difícil, por las elipsis temporales y la ausencia de referencias que nos sitúen hechos y personajes.

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Librinos

Librinos. Libros en formato horizontal de Ediciones B. Originales. Se leen bien. Compactos. Han sacado títulos de éxito (comercial) contrastado.

Bonita colección de Salamandra para celebrar su X aniversario. 10 títulos en bolsillo de algunos de sus éxitos de estos años. Imprescindibles el de Marai (El último encuentro) y el de Némirovsky (Suite francesa).

XXVIII Premio Herralde. De los pocos a los que presto atención. Antonio Hugar, Tres ataúdes blancos (sátira política, thriller, historia de amor). Si alguien le hinca el diente, agradeceré saber qué tal.

Houellebecq se hace por fin con los 10 € del Goncourt en Francia.

Sukkwan Island, drama padre-hijo, de David Vann (Alaska). Buena pinta.

La hermana, de Marai


Hace unos años descubrimos en España a Sandor Marai, a través de su novela El último encuentro. Desde entonces he ido leyendo todas las novelas que ha ido recuperando Salamandra, y también el primero de sus dos libros de memorias. Nada está al nivel de El último encuentro. Debe ser lo que estudiábamos en la facultad como Ley de los rendimientos decrecientes. Para mi, el crédito de la excelente primera lectura se va terminando. La hermana es la historia de la enfermedad de un famoso pianista. Marai siempre escribe bien y siempre habla de cosas interesantes: el amor, la amistad, la muerte, el dolor, la ciencia, el arte, la música. Así que es difícil leerle con desagrado. Pero eso no es una novela. No me convence lo que se dice al final del libro de que «la melodía importa más que la letra». ¿Una justificación a la endeblez del producto? La hermana es una faena de aliño que no está a la altura de las posibilidades de Marai.