El escritor Nathan Zuckerman tiene ya setenta años y lleva más de diez apartado del mundo, escribiendo y pensando en su cabaña del campo. Vive lejos de todo lo que no puede soportar y es incapaz de alterar. Sólo regresa por unos días a Nueva York para una intervención médica que puede mejorar su maltrecho estado físico. Tres personajes se cruzan con él y hacen tambalear su sólido deseo de apartamiento: Amy Bellette, la que acompañara en sus últimos cuatro años a su admirado escritor Lonoff; Jaime, una escritora treintañera que despierta en él deseos que creía olvidados para siempre; y Kliman, joven impetuoso y seguro de sí mismo que pretende escribir la biografía de Lonoff. Entre los tres provocan un intenso empeño de “renovación” en el escritor.
Así empieza la reseña que he preparado para Aceprensa.El libro está bastante bien, sin llegar al nivel de sus mejores novelas. Roth sigue dando vueltas a sus preocupaciones: el sexo, la política, la escritura y el judaísmo. A estos temas cardinales se añade últimamente la vejez y la decrepitud (Patrimonio, El animal moribundo, Elegía). Roth tiene una alta consideración de la literatura y siempre escribe para reflexionar, esta vez sobre la supuesta quimera de la concordia humana, sobre si la defensa del arte puede poner en peligro la dignidad de vida, el alcance que debe otorgarse a los poderes públicos, el papel de los instintos o el final de la vida. ¿Será la despedida de Zuckerman, alter ego de Roth en edad, oficio y origen? En las reseñas que les dejé pueden leer a Rodrigo Fresán analizando muy bien las relaciones Roth/Zuckerman en los nueve libros donde este aparece y a Juan Manuel de Prada, desde su admiración rendida, avisando sobre las debilidades de los últimos libros de Roth.