El ojo, de Nabokov

Sólo un fanático de Nabokov puede disfrutar con El ojo, una de sus primeras narraciones cortas. Desde luego se lee con gusto, como todo lo suyo (la elegancia, el detalle, los apuntes psicológicos originales, el juego,…) pero la historia no tiene pies ni cabeza, ni principio ni final ni atractivo. Rara, confusa y ni siquiera inquietante.

Lean La verdadera vida de Sebastian Nigth, o Habla, memoria, o La defensa, u Opiniones contundentes. O muchos de sus relatos. No la floja y desagradable Lolita ni la turbia Ada o el ardor.

Papel e imagen

Hablando de los intentos cinematográficos de explicar quien es Jesucristo, Alfonso Méndiz, en el libro del que les hablé, analiza la influencia del cine en los valores y en las creencias.Explica que la imagen fílmica puede arrastrar, conmover y persuadir, llegar a millones de personas, legitimar conductas. Su impacto multisensorial le da una capacidad de sugestión inmensa.

Se produce un fenómeno psicologico de transferencia de personalidad (proceso de simpatía e identificación con los personajes) que no sucede en otros vehículos de comunicacion.
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Historia del arte, de Gombrich

Es uno de los libros que más he regalado y uno de los que lleva más tiempo reposando en mi estantería. Su prestigio y la ausencia de dudas sobre la procedencia de su lectura han podido ser fatales para él. Pero he reaccionado y me he puesto a leerlo y me está encantando desde la primera página. Mi bachillerato de ciencias y la economía en la universidad me han impedido hasta ahora estudiar algo de arte y confío en Gombrich para arreglar esto. Luego será el turno de la Historia de la música de Comellas (otro que lleva años esperando). Me parece un libro sencillo, nada pretencioso, ameno, muy revisado y sucesivamente ampliado, fantásticamente editado y, como dice el autor, «concebido para ser leído como un cuento». Nada de listas de nombres y fechas, una trama.Ya les contaré, pero quería adelantarles mi felicidad por haberlo empezado.