La recomendación del propio editor me llevó a esta novela histórica, destacable aunque menos apasionante de lo que me esperaba.
Año 1092, Irán. Los musulmanes divididos en dos grandes grupos: suníes (capital Bagdag, apoyo de los turcos) y chiíes (capital El Cairo). A los segundos pertenecen los ismaelitas, comandados por el profeta Hassan Ibn Sabbath y atrincherados en la fortaleza de Alamut. La novela va sobre la formación (oración, enseñanzas, dominio de la voluntad y destrezas guerreras) de los fedayines, secta de los hashashins (de donde viene “asesinos”) soldados fanáticos al servicio del ismaelismo.
La narración es firme, muy de estilo cuento oriental, con una estructura de muñecas rusas, y se sigue la trayectoria de tres fedayines y del empleo que hace de ellos Hassan, el Viejo de la Montaña, para destruir a sus enemigos suníes. Una historia de fanatismo religioso y manipulación psicológica que se convierte realmente en un canto al escepticismo y al permisivismo moral. Todo resulta ingenioso y entretenido, quizás un poco largo.