Belano y Lima son los improbables líderes de los real visceralistas, un grupo de vanguardia en la poesía mexicana, él mismo de dudosa existencia, en cuyos orígenes, allá por los años veinte, intervino Cesárea Linarejo, una poeta a cuya búsqueda se consagran aparentemente nuestros protagonistas durante veinte años. Sobre este tenue armazón se van entretejiendo las historias de decenas de personajes, de un modo u otro relacionados con Belano, Lima o Linarejo. El grueso de la novela lo forman centenares de monólogos-respuestas en primera persona, a lo largo de los cuales Bolaño reconstruye indirecta y fraccionariamente el periplo de la pareja.
Mezcla de escenarios, citas, referencias; juegos de espejos; abigarramientos. Como en 2666, o más, estamos ante una máquina de historias. Arturo y Ulises se constituyen en epicentro de docenas de personajes estrambóticos, errantes y fracasados, a cual más delirante, con los que es imposible aburrirse en ningún momento. Hacen de árbol de navidad del que van colgadas un titipuchal de historias, muchas de ellas verdaderos regalos de imaginación y de triste ternura. La poesía, las drogas, la política, el sexo y la muerte se dan cita entre el DF, Barcelona, Liberia, NY, Paris o Tel-Aviv en loca sucesión y sin dar respiro al estupefacto lector.
Ecos de Perec, Vila-Matas, Kafka y Cortázar. Me ha recordado el Desgarrados y excéntricos de Juan Manuel de Prada, sobre la bohemia pobretona de escritores españoles de principios del XX. Eléctricos, estridentistas y visceral realistas revueltos en una vorágine de alcohol, libros y sablazos huyendo de la muerte, la locura y el olvido.
Los frecuentes mexicanismos se entienden bien por el contexto. Desmesurada, proteica, lumpen y colosal, sin duda mucho más abarcable en una relectura exenta del vértigo del primer contacto. El libro es sorprendente e irresumible, quizás mejor aún que 2666, y justifica, ya creo que puedo decirlo, el interés que ha despertado la corta pero fértil trayectoria del enigmático y cosmopolita escritor (de culto) chileno.
No se me achicopalen, manos, y atrévanse con la mejor obra de Bolaño.
Ya lo he leído. Excelente. En serio.
A mí me encantó cuando la lei. Luego tuve en mis manos 2666 y me gustó muchísimo más. Para mi gusto «Los detectives salvajes» incurre a veces en complicaciones, en mi opinión, algo gratuitas. Estoy de acuerdo contigo en que en ella parecen respirar Vila Matas («Historia abreviada de la literatura portátil» o el mismísimo Cortázar.
Es una fantástica novela. Lástima que su autor desapareciese tan temprano.
Un abrazo
Bueno, pues me voy a atrever. Solo por la recomendación. Herralde dijo en una entrevista que este libro estaba a la altura de Cien años de soledad y a mí me entró pereza solo por ese intento de hacer encajar lo que solo puede organizar el tiempo. Gracias por el consejo.