El presidente de USA visita México. Los rusos filtran a los mexicanos que China puede atentar contra él durante la estancia. La policía local encarga a Filiberto García, pistolero profesional más que agente de la ley, que investigue y haga “todo lo necesario” para abortar esos planes.
García, ayudado por un agente norteamericano y otro ruso, empezará poniendo en duda la naturaleza del complot. ¿No será más bien que se trama un golpe político en Cuba para que China herede allí la influencia rusa? ¿o se trata de algo tan simple como un reajuste en el mercado de la droga?
La trama está bien llevada. Los muertos se van sucediendo, es el trabajo de García, y todo se resuelve según su propio código. García es duro, discreto, sentimental y primario. El libro es entretenido, un noir cien por cien con el sexo y la violencia mucho más digeribles que de costumbre. La novela es del 69 y supone una denuncia clara de la corrupción del poder.
Los abundantes mexicanismos se entienden o adivinan por el contexto. No suponen un problema para el que no es de allí.