Orgullo y prejuicio puede ser el libro más famoso de la más famosa escritora inglesa. A falta de leer aún cuatro de las seis novelas de alguien que admiro más que amo, llega a mis manos una continuación de las vidas de los Darcy y los Bennet. Si la novela de Austen apenas abarca el arco de un año, esta se inicia en 1813, tras la boda de Elizabeth y Fitzwilliam y recorre toda su vida y las de sus tres hijos.
Superada la inevitable suspicacia inicial, lo digo ya de entrada, el libro es bastante digno. Se entra pronto en la historia porque no hay graves rupturas con lo anterior. Están logrados el tono, el lenguaje, la mirada psicológica y la temática. Esta es, como no podía ser de otra forma, el matrimonio, la familia en sentido amplio: enamoramientos, bodas, el papel de la mujer en la familia y en la sociedad, relaciones padres-hijos, muertes. Otro asunto es la vida social en el entorno rural de gente adinerada: encuentros, ocio, chismes, roces.
La pareja Darcy es interesante y también lo son sus hijos. Son todos valiosos humanamente, saben la clave del éxito en las relaciones y educan bien a sus hijos. No hay una receta para la felicidad pero no es difícil explicar dónde no está. El libro, para alérgicos a ciertos clichés de la novela victoriana, no es pasteloso, ni melodramático, ni ñoño, ni hay moralina. El lenguaje es formal, porque los ingleses lo son, y más en esa época, pero no molesta una vez puestos en situación. Me parece meritorio el esfuerzo de una persona del S. XXI por reproducir este estilo.