Años luz (1975) es su cuarta novela, de seis, y está considerada como la mejor que ha escrito. Su escasa producción se completa con dos libros de relatos y uno de memorias. Ya hemos hablado aquí de Todo lo que hay y de La última noche.
Es la historia de un matrimonio con dos hijos. Empieza en 1958, cuando están en la treintena, y termina con la muerte de ella, cuando llevan ya muchos años divorciados. No desvelo nada porque desde el principio tanto Viri como Nedra se acuestan con otros, y ambos lo saben.
La idea del matrimonio que representan es falsa y corrosiva (“es como una foto quemada. Algunas partes persisten. Las demás se han consumido para siempre”). Una especie de cárcel que sólo perdura si se logra un nivel aceptable de acostumbramiento. Sólo es un arreglo entre dos personas donde lo único verdaderamente valioso es el amor a los hijos, cuando los hay. El personaje de Nedra se presenta todo el tiempo como el prototipo de mujer libre, sofisticada, enigmática y elegante, que busca su felicidad. No es más que una caprichosa egoísta. Me ha resultado antipática casi desde el principio. Él es más débil que malo pero tampoco ayuda mucho a salvar la situación.
Lo positivo. La novela está escrita con mimo. Frases cortas. Con un toque poético agradable que no está en sus libros posteriores. Hay cosas sueltas de bastante calidad (ideas, pasajes). En Salter hay poca paja, casi siempre está diciendo algo.