El leopardo. Jo Nesbo

Ya sabemos lo que vamos a encontrar. Historias largas, bien estructuradas, con clímax (varios) bien repartidos y un montón de pistas falsas antes de llegar al final del recorrido. Las novelas de Nesbo son intensas, con violencia dosificada pero fuerte y con personajes bastante extremos, empezando por el mismo Harry. Sigue gustándome más Petirrojo, la primera que leí (tercera de la serie pero la primera que salió en España). Todas son buenas, incluida esta octava. Si no se han leído las anteriores hay cosas que se pierden. Aún pendientes Fantasma (9), Policía (10) y La sed (11), que acaba de salir.

El problema de estos libros, partes de una larga serie, es que es inevitable caer en repeticiones, incluso para una mente tan fértil como la del noruego, siempre capaz de sacar de la chistera psicópatas cada vez más torturados (y torturadores). En algún momento me he perdido un poco con la trama y la parte media se me ha hecho larguilla.

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Falcó, el espía de Pérez-Reverte

falcoMe lo podía haber ahorrado. Me he pasado media vida defendiendo a Pérez-Reverte, pero ya con sus últimos libros ni lo había intentado. Siempre es lo mismo pero, al menos, de él esperamos entretenimiento. Ahora le concedo una tregua con su espía en la GC española. Y vuelvo a tener la impresión de estar leyendo siempre el mismo libro.

Alatriste me caía bien pero este nuevo personaje es bastante impresentable. En palabras del autor: “Es un tipo amoral, sin escrúpulos, sin ideología; es un mercenario de sí mismo, un golfo, un vividor, un mujeriego, un asesino. También encantador, guapo, simpático, elegante. Me permito el lujo de no darle una ideología, de hacerlo un oportunista. Falcó es amoral, carece de códigos”. Qué más se puede añadir a esto.

Básicamente cuenta el plan de rescate de José Antonio de la cárcel de Alicante. Es entretenido y la ambientación es cuidadosa (P-R es un profesional). Pero, con un personaje así, ¿qué se puede hacer?

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Sophie Hénaff y su comisaria Capestan

CapestanEn 36 quai de Les Orfèvres, la dirección más famosa de la novela policiaca francesa, han decidido reunir en un grupo a los policías quemados de todas las comisarías parisinas. Nadie los quiere en su grupo y resulta caro despedirlos. Gafes, adictos al alcohol o al juego, torpes especialistas en ciberdelitos, chivatos de Asuntos Internos y hasta una estrella algo escandalosa de la novela policiaca, todos al mando de Anne Capestan, una estrella en ascenso que ha metido gravemente la pata.

Les entregan expedientes de casos enterrados sin resolver sin ánimo aparente de que hagan nada con ellos. El inicio de la novela combina la presentación de los distintos componentes del grupo y de tres de los casos asignados: un camello de la droga, un marino asesinado veinte años atrás y una señora que apareció estrangulada en su casa hace seis años.

Los tres casos están bien y la trama es entretenida y bien resuelta. Pero lo mejor es el grupo. Capestan combina de modo explosivo una gran habilidad con las armas y un carácter impulsivo y con bajo autocontrol. Al mismo tiempo, ejerce un liderazgo empático que poco a poco va integrando a fuertes individualidades en un proyecto común, demostrar que pueden seguir siendo buenos policías. Sin coches, sin armas, sin apoyo, el experimento demuestra lo que puede lograrse haciendo todo lo que se puede con lo que se tiene, resolviendo con imaginación los problemas según se van presentando. Ninguno es perfecto pero todos suman.

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