Ardor guerrero. Muñoz Molina

MUÑOZ_MOLINA_ArdorHe oído a muchos contar su mili, pero lo que llega a ver un escritor y su capacidad de expresarlo supera con mucho el relato oral más detallista y divertido.

Estoy feliz de no haberla hecho y es un tema que no me interesa especialmente, pero me ha gustado ver tan bien expresadas unas valoraciones con las que coincido en lo esencial.

1979, 24 años, País Vasco. MM escribe estos recuerdos 14 años después, cuando ya no pueden herirle (los recuerdos) y ha dejado de soñar con ellos. Se ve que lo pasó realmente mal y se ceba.

MM toma posiciones y arremete sin piedad desde la línea uno. Llega a resultar repetitivo y puede que exagere un poco en su ajuste de cuentas emocional, pero no se puede decir mejor:

La repetición exhaustiva y unánime, en un lugar cerrado, de una cadena de actos que se justifican por sí mismos en virtud de una lógica inflexible, pero sin ningún vínculo con las realidades del mundo exterior, sume a quienes los practican en un espejismo de intemporalidad, en un estupor gradual de la inteligencia, atrapada ella misma en los automatismos rituales a los que al cabo del día no escapa ningún gesto, incluso ningún sueño ni deseo.

La puerta de la esperanza. Vallejo-Nágera / Olaizola

VALLEJO-NAGERA_EsperanzaHe releído este libro que prepararon Olaizola y Vallejo-Nágera poco antes de la muerte del segundo.

Vallejo-Nágera hizo muchas cosas (médico, pintor, encuadernador, escritor, deportista, hombre, esposo y padre de familia) y todas con intensidad. Aquí se habla también de sus defectos (la impaciencia, un cierto narcisismo) pero sobre todo del sentido de la vida (donde juega un papel importante su fe católica), de la muerte, de la amistad (excelentes los capítulos sobre Dominguín y sobre su chófer) y del matrimonio (la alegría ante el ruido del llavín en la puerta de entrada como signo de su salud).

Una personalidad destacable a la que conviene acercarse, un testimonio sincero y positivo. De esos que verdaderamente ayudan. Escrito con la simpatía y claridad habituales de Olaizola.

Mihura. Memorias

MIHURA_Mis_memoriasLibro absolutamente singular. El humor que exhibe Mihura está basado en la exageración, el absurdo, la imposibilidad, hay que suspender toda lógica o cerrarlo. Vean: su ama de cría hace exhibiciones por provincias: en una plaza de toros alimenta a 200 o 300 niños, vivos por la parte de arriba y muertos por la de abajo. Ante esto solo caben dos cosas: o te va o no te va. Lo bueno es que puede saberse desde la primera página y desde ahí ahorrarse o disfrutar de la lectura. Ese tono le permite en el fondo reírse de todo y de todos (el mundo del teatro, el corsé de las mujeres, los duelos, los periódicos, París,…un torero con gafas de lejos y de cerca que se las cambia al entrar a matar…).

Yo me quedo con los dos capítulos finales, el XXIII y el XXIV donde habla de La Codorniz y del humor.

La ironía es de mala educación, es obra del mal genio, del rencor, de los celos, del resentimiento. El irónico es agrio, antipático, es un aguafiestas que llega a una casa convidado y dice cosas desagradables a la gente, sin necesidad. Pretende asignarse una misión moralizadora y por eso es impertinente, con impertinencia de viejo gruñón o de convaleciente de la gripe.

El humor es un capricho, un lujo, una pluma de perdiz que se pone uno en el sombrero. Un modo de pasar el tiempo. El humor verdadero no se propone enseñar o corregir, porque no es esta su misión. Lo único que pretende es que, por un instante, nos salgamos de nosotros mismos, nos marchemos de puntillas a unos veinte metros y demos una vuelta a nuestro alrededor contemplándonos por un lado y por otro, por detrás y por delante, como antes en los tres espejos de una sastrería y descubramos nuevos rasgos y perfiles que no nos conocíamos. El humor es verle la trampa a todo, darse cuenta de por dónde coger las cosas. El humorismo es lo más limpio de intenciones, el juego más inofensivo, lo mejor para pasar las tardes.