Herriot y sus animales

HERRIOT_todas_las_criaturas_grandes_y_pequeñasDe vez en cuando hago excepciones y leo libros sobre cosas que no me gustan especialmente, en este caso las memorias de un veterinario.

El escocés Herriot (es un seudónimo) llegó a Darrowby, en los valles de York, en 1937. Tenía 24 años y era su primer trabajo como ayudante de un veterinario, Farnon, poco mayor que él.

Es un libro simpático y positivo lleno de humor (por ejemplo, el relato de las continuas contradicciones del jefe) y amor a la profesión.

Los detalles técnicos son interesantes y no llegan a abrumar. Herriot exulta de la vida en el campo, es amable y positivo ante las incomodidades y los inevitables roces de la convivencia (todos los ganaderos parecían saber más que él de animales). Con tesón y profesional, vence la hostilidad inicial y se gana a todos.

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Sobrevivir para contarlo en Ruanda

ILIBAGIZA_Sobrevivir_contarloSobrevivir para contarlo.

Immaculée Ilibagiza sobrevivió en 1994 a la matanza de tutsis llevada a cabo en Ruanda por los hutus. Ahora está casada, vive en Nueva York con su marido y sus dos hijos y trabaja en Naciones Unidas.

Sus padres y dos de sus hermanos fueron asesinados, sólo sobrevivió de su familia un hermano que en ese momento estaba fuera del país. Ella permaneció escondida tres meses en el pequeño baño de un pastor hutu que se apiadó de ella y de otras 8 mujeres.

La historia narrada es espeluznante, y ayuda ver el DVD de entrevistas que se incluye con el libro. Immaculée es una mujer católica de fe fuerte, y esto le llevó a sobreponerse, luchar y perdonar.

La narración es sencilla y sin pretensiones, quizás lo más adecuado para que resalte el valor intrínseco de un testimonio de coraje verdaderamente inspirador.

Muñoz Rojas. Las cosas del campo

Cosas del campoTengo dos amigos que adoran a Muñoz Rojas. Pero a mi no me gusta la poesía ni especialmente el campo, así que llevo varios años evitándole. Al final me decido a sacar Las cosas del campo y me temo lo peor, una especie de Platero y yo en versión de Bienmesabe antequerano (para los que no lo conozcan, un postre muy, muy, empalagoso). Pero no, me ha gustado. Son breves prosas (poéticas, pero prosas) que recorren un año en el campo. Personas, oficios y naturaleza. Mucho amor por la tierra. “Sólo volviendo a ella encontrarán los hombres lo mejor de ellos mismos”. Yo no tengo esa experiencia ni la comparto, pero la respeto.

Y sobre todo lo que respeto son sus imágenes y sus adjetivos: los troncos cenizosos de la higuera, ascuas fresquísimas (el granado), un candelabro de flores (el manzano) o la encina, enmelada, como llovida de belleza. No tengo ni idea de qué son la mayoría de instrumentos y plantas que describe, pero qué más da. Las 50 estampas componen un libro estupendo y me apresuro a anotar los nombres de sus cuatro libros de memorias. El entusiasmo no me llega para apuntar también los de poesía.