El polifacético escritor argentino ya ha frecuentado las distancias breves (microrrelatos, haikus, aforismos o entradas de su blog) y ahora da un paso más ciñéndose al mínimo espacio de una definición alternativa. Con frecuencia con dos palabras (sustantivo más adjetivo), a lo más una breve frase, ensaya imaginativas ocurrencias –casi mil- que conforman una visión completa de la vida, de la A a la Z.
Los hallazgos y festivas asociaciones, que los hay en esta sátira claramente deudora de los célebres Diccionarios de Flaubert (…de tópicos) y Bierce (… del Diablo), vienen sobre todo por el lado del ingenio, certeras asociaciones que se apoyan en el contraste, en la unión sorprendente de conceptos en principio enfrentados.
La clave chispeante, a veces divertida, el hallazgo novedoso, la imagen acertada, todo lo que hay de fértil y hasta brillante en estas páginas, no deben esconder sin embargo, y aquí la objeción mayor a la obra, la plana definición del hombre que recorre el texto. Resumidamente: el compromiso es un error abocado a la traición y el matrimonio un desencuentro permanente; quien tiene convicciones es un fósil, se autoengaña o aísla al vacío sus principios; siempre estamos mal o muy mal, sólo nos oímos a nosotros mismos y la esperanza es una fantasía olímpica; interés propio, dinero y poder mandan; la trascendencia es una cuestión de risa.