Imma Monsó

A raíz del éxito de su último libro, Sara es invitada a un pueblo a una charla-coloquio. Quiere aprovechar el viaje para cortar su relación con Hugo, un fan que comienza a incomodarla con su devoción. Se separan violentamente y luego se topa en la carretera con una furgoneta que lleva a un muerto. El último SMS del móvil del fallecido hace pensar que quien se lo envió asistirá al encuentro al que se dirige Sara y ella hará lo posible por retrasar que conozca la mala noticia.

Toda la historia es un esqueleto con cierta dosis de intriga para desmenuzar la personalidad de Sara, una mujer en una etapa de frialdad afectiva, con malos recuerdos de su infancia, separada, con malas relaciones con su hijo, y que se enfrenta ahora con un neurótico acosador a punto de perder los papeles. Lo que mejor hace Monsó es describir matices psicológicos de los personajes, en particular los desdoblamientos con los que Sara sobrevive a sus complejas relaciones con los demás.

La novela se estanca en la segunda mitad y se difumina con la aparición de nuevos personajes y, sobre todo, con la profusión de intervenciones e historias que se suceden en el largo coloquio. El hilo del libro (de éste y del que escribe Sara, del coloquio, de las relaciones entre los personajes) es el miedo. La profesión de Sara permite a la autora numerosas reflexiones sobre la lectura y la escritura.

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Un tiesto lleno de lápices

El otro día me contó un amigo médico que ya nacen muy pocos niños en España con síndrome de Down. No sobreviven al diagnóstico prenatal. Me dio mucha pena. También se la daría saberlo a muchas familias (las conozco) felicísimas con algún hijo al que le falta un cromosoma.

Me acordé de un breve relato de Juan Farias que cuenta de un modo sencillo la historia de una familia con cuatro hijos. Uno de ellos, Nuria, es especial. Así la describe su hermano, narrador del relato.

Es un librito sencillo escrito para jóvenes pero que puede leer con mucho aprovechamiento cualquier adulto, por ejemplo, los que desarrollan, practican y consienten ese tipo de pruebas.

Fuera de lugar, y II.


Algunos detalles más sobre el libro de Víctor Moreno.En los dos primeros capítulos, los que más me han gustado, su habla de la vocación de escritor y de qué papel juegan la felicidad, la inteligencia, la paciencia o la presión social. La vida literaria, corregir, el gusto por la palabra, las influencias.Luego vienen dos capítulos demoledores sobre escritores y críticos, con nombre, apellidos y multitud de citas. Se llevan la palma Javier Marías, Muñoz Molina y Juan Manuel de Prada, pero la nómina de defenestrados es interminable. Muy certero su análisis de la vaciedad adjetival de tantas reseñas cuando señalan que un libro es único, importante, personal, auténtico, profundo, sabio, literario, íntimo, conmovedor, enorme o independiente. Y también es útil y esclarecedor el capítulo de conceptos muy manidos pero no siempre bien utilizados: verosimilitud, intertextualidad o renovación literaria.Si me da tiempo, otro día les copiaré algunas citas.