Listas inglesas

Lo de siempre con sus listas de libros. Lo recordaba Manuel Rodríguez Rivero hace unos días en Babelia:

Listas tontas. Nada más terminar de ojear Un plan de lectura para toda la vida (Planeta), la obra ya clásica de Clifton Fadiman (ahora secundado por John S. Major) cuya primera edición norteamericana fue publicada en 1960, me enfrento con una nueva muestra de la agobiante obsesión anglosajona por las listas. A diferencia de la razonada y moderadamente ecuánime «guía definitiva de lo que hay que leer» de Fadiman, quien afirmaba ingenuamente en su prólogo original que «es posible que la lectura de los libros aquí reseñados le lleve cincuenta años», la que publicó el domingo pasado The Sunday Telegraph no pasa de ser un nuevo experimento chovinista a mayor beneficio de la cadena de librerías Waterstone’s, con cuya colaboración (o patrocinio) parece haber sido elaborada.De los 110 libros de todos los tiempos «que todos deberían leer» y que forman «la biblioteca perfecta», sólo uno (I insist: uno) está escrito originalmente en español (One hundred years of solitude). Y sólo una veintena en lenguas diferentes a la inglesa. Entre los «clásicos» imprescindibles no se cita el Quijote, por ejemplo. Y todos los libros de «poesía» recomendados, excepto uno (La divina Comedia) fueron escritos en inglés, igual que los llamados «libros infantiles», entre los que Babar, del francés Jean de Brunhoff, es el único no anglosajón seleccionado. Estos ingleses y sus jóvenes primos ultramarinos siguen encantados de haberse conocido.

¡Vaya generación!


Hace 25 años, la prestigiosa revista literaria inglesa GRANTA publicó su primer listado de “autores menores de 40 años a tener en cuenta en el futuro”.

En esa primera lista estaban, atención:

Kazuo ISHIGURO (en la foto)
Ian McEWAN
Julian BARNES
Graham SWIFT
Martin AMIS
William BOYD
Salman RUSHDIE

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¿No leer por dinero?

A saber: no hay precio que pueda impedir a nadie comprar libros, siempre que esté a su alcance lo que por ellos le piden, salvo para salir al paso de la malicia del vendedor, o porque se espere una ocasión más propicia para comprarlos. Pues si lo peculiar del libro le viene sólo de la sabiduría, que es un tesoro infinito para el hombre, y si el valor de los libros es tan inefable como queda dicho, ¿cómo puede considerarse cara una compra que proporciona un bien infinito?

Ricardo de Bury (1287-1345)

Obispo de Durham y Canciller de Inglaterra
Filobiblion (1344)
Muy hermoso tratado sobre el AMOR A LOS LIBROS