Wilde y el arte

El artista es el creador de cosas bellas. Revelar el arte y ocultar al artista es la finalidad del arte. El crítico es el que puede traducir de un modo distinto o con un nuevo procedimiento su impresión ante las cosas bellas.La más elevada, así como la más baja de las formas de crítica, son una manera de autobiografía. Los que encuentran intenciones feas en cosas bellas están corrompidos sin ser encantadores. Esto es un defecto.Los que encuentran bellas intenciones en cosas bellas, son cultos. A estos les queda la esperanza.
Existen los elegidos para quienes las cosas bellas significan únicamente belleza.

Ningún artista tiene simpatías éticas. Una simpatía ética en un artista constituye un amaneramiento imperdonable de estilo.

Ningún artista es nunca morboso. El artista puede expresarlo todo.

Pensamiento y lenguaje son, para el artista, instrumentos de un arte.

Vicio y virtud son, para el artista, materiales de un arte.

Desde el punto de vista de la forma, el modelo de todas las artes es el del músico. Desde el punto de vista del sentimiento, la profesión de actor.

Todo arte es, a la vez, superficie y símbolo.

Los que buscan bajo la superficie lo hacen a su propio riesgo. Los que intentan descifrar el símbolo lo hacen también a su propio riesgo.

Es al espectador, y no la vida, a quien refleja realmente el arte.

La diversidad de opiniones sobre una obra de arte indica que la obra es nueva, compleja y vital. Cuando los críticos difieren, el artista está de acuerdo consigo mismo.

Podemos perdonar a un hombre el haber hecho una cosa útil, en tanto que no la admire. La única disculpa de haber hecho una cosa inútil es admirarla intensamente.

Todo arte es completamente inútil.

César y sus mujeres

Fin del cuarto volumen de McCullough sobre la República romana tardía. No voy a repetir impresiones ya dichas respecto a los tres primeros tomos. Casi todo sigue valiendo pues se trata de un trabajo homogéneo y unitario. Esta vez el personaje ya es César de lleno. Su superioridad en todo es aplastante pero la australiana consigue contar cada suceso sin agotar nuestra capacidad de sorpresa.

A mí me encanta medirme con los Catones y los Bíbulos. Nunca ganarán.
—¿Cómo puedes estar tan seguro?
—Simple —dijo César sorprendido—. Ellos no desean ganar con tanta pasión como lo deseo yo.

*****

Ya os advertí que él ganaría —dijo Metelo Escipión—. ¿Y sabéis por qué gana siempre? Porque no se detiene a contar el gasto.

Así es César. Todo lo tiene calculado, hasta las pocas cosas que le salen mal.

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Zadie Smith

Me preguntan por esta escritora, que se hizo famosa con su primera novela. Tardé tanto en ponerme a leerla que terminé no haciéndolo pues sacó la segunda, que tampoco leí y la tercera, que me gustó sólo regular.

Zadie Smith (Londres, 1975) es un buen ejemplo, quizás a pesar de ella, de divismo literario. Con Dientes blancos protagonizó en el año 2000 uno de los debuts literarios más sonados de los últimos años. Una intensa novela calificada como madura, arrolladora, llena de vida y de voces originales. Tres años más tarde decepcionó con El cazador de autógrafos, tópica en los temas y endeble narrativamente. Con 31 años y 3 novelas, su curriculum literario (premios, distinciones, etc) llena de sobra la solapilla de cualquiera de sus libros.

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