Editar a Kafka


Kurt Wolff (1887-1963) fue un editor alemán de referencia en la primera mitad del siglo pasado. Se encargó de la obra de Heinrich Mann, Robert Walser, Franz Werfel y Georg Trakl, entre otros.

No escribió propiamente unas memorias, pero sí algunos textos en los que reflexionaba sobre su oficio. Autores, libros, aventuras (2004) es una miscelanea que incluye el contenido de tres conferencias radiofónicas, las impresiones de Wolff sobre tres de sus autores (Carl Sternheim, Franz Kafka y Karl Kraus), una selección de anotaciones en sus diarios cartas, notas y conferencias y, por último, su correspondencia con Kafka.

“Uno edita o bien los libros que considera que la gente debería leer, o bien los libros que piensa que la gente quiere leer. Los de la segunda categoría no cuentan”.

Esta frase resume el tipo de relación de Wolff con su tabajo. El libro es estupendo, aunque algunos de los autores de los que se habla son poco conocidos en el ámbito del castellano (al menos en España).

Bach


Bach es el autor clásico que más he oído en mi vida y del que más música tengo, y ya era hora de leer algo sobre él. «La pequeña ((y babeante)) crónica de Ana Magdalena Bach» cuenta la vida del magnífico compositor desde la mirada enferbecida de su segunda mujer. Pasando por alto la exagerada admiración de Ana, el libro resulta simpático e ilustrativo del carácter y valía de Bach. No se trata de una gran biografía exhaustiva y profunda, sino de los recuerdos de alguien cercano y además cultivado musicalmente. Reservado, austero, sencillo, religioso, exacto, tenaz, genial en la composición y en la ejecución, Bach es un artista y, a la vez, buen marido, buen padre, y muy querido por todos. Esto no se puede decir de muchos genios.

Coincido por completo con el juicio de Ana: «Con su música se penetra en otro mundo más alegre y sobrenatural, en el que ya no pesan las preocupaciones y pensamientos de este mundo»; o, en otro momento,»Todo el que oía su música sentía el impulso de ser bueno».

Glattauer II

A ver qué pasa con Emmi y Leo. Tienen una relación un poco enfermiza, llena de dudas y titubeos. Siguiendo las enumeraciones que tanto gustan a Emmi, van descubriendo que:

1) con fuego no se juega;
2) que nada funciona en la pareja sin a) ilusión, b) confianza;
3) engañar a otro es también engañarse a un mismo;
4) sólo llena darlo todo, no «casi» todo;

Hacen que «consecuencias» y «responsabilidad» suenen a algo ñoño y aburrido. Son fieles porque «se sentirían mal» no siéndolo. Pero como su lealtad no es más que un sentimiento al fin y a cabo, en cuanto desaparece…