El ojo, de Nabokov

Sólo un fanático de Nabokov puede disfrutar con El ojo, una de sus primeras narraciones cortas. Desde luego se lee con gusto, como todo lo suyo (la elegancia, el detalle, los apuntes psicológicos originales, el juego,…) pero la historia no tiene pies ni cabeza, ni principio ni final ni atractivo. Rara, confusa y ni siquiera inquietante.

Lean La verdadera vida de Sebastian Nigth, o Habla, memoria, o La defensa, u Opiniones contundentes. O muchos de sus relatos. No la floja y desagradable Lolita ni la turbia Ada o el ardor.

Historia del arte, de Gombrich

Es uno de los libros que más he regalado y uno de los que lleva más tiempo reposando en mi estantería. Su prestigio y la ausencia de dudas sobre la procedencia de su lectura han podido ser fatales para él. Pero he reaccionado y me he puesto a leerlo y me está encantando desde la primera página. Mi bachillerato de ciencias y la economía en la universidad me han impedido hasta ahora estudiar algo de arte y confío en Gombrich para arreglar esto. Luego será el turno de la Historia de la música de Comellas (otro que lleva años esperando). Me parece un libro sencillo, nada pretencioso, ameno, muy revisado y sucesivamente ampliado, fantásticamente editado y, como dice el autor, «concebido para ser leído como un cuento». Nada de listas de nombres y fechas, una trama.Ya les contaré, pero quería adelantarles mi felicidad por haberlo empezado.

Sorgo rojo


Sorgo rojo
es un libro desmesurado y brutal. Un narrador anónimo cuenta la historia de su abuelo, el comandante Yu Zhan’ao, bandolero y luego jefe de guerrilla en una zona rural china. Invasión japonesa en los años 30. Sobre ese eje central se desarrollan también las vidas de sus bisabuelos, de las mujeres de su abuelo y de sus padres. Es un libro de guerra, de violencia y de venganza, de locura sangrienta. El personaje central es una fuerza de la naturaleza, una máquina de matar. Hábil, valeroso y feroz en el amor y en el combate. El relato es absolutamente plástico y visual y se describen con detalle todo tipo de fluidos, vísceras, colores y olores. Con todo, no resulta morboso ni especialmente repulsivo. Un milagro.

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